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Abel también presentó una ofrenda: las mejores partes de algunos de los corderos que eran primeras crías de su rebaño. El Señor aceptó a Abel y a su ofrenda, pero no aceptó a Caín ni a su ofrenda. Esto hizo que Caín se enojara mucho, y se veía decaído.

«¿Por qué estás tan enojado?—preguntó el Señor a Caín—. ¿Por qué te ves tan decaído? Serás aceptado si haces lo correcto, pero si te niegas a hacer lo correcto, entonces, ¡ten cuidado! El pecado está a la puerta, al acecho y ansioso por controlarte; pero tú debes dominarlo y ser su amo».

Cierto día Caín dijo a su hermano: «Salgamos al campo»[a]. Mientras estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató.

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Footnotes

  1. 4:8 Así aparece en el Pentateuco Samaritano, en la versión griega, en la siríaca y en la Vulgata Latina; en el texto masorético falta Salgamos al campo.

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