Éxodo 33-34
Nueva Biblia Viva
Hacia la Tierra prometida
33 El Señor le dijo a Moisés: «Lleva a este pueblo que sacaste de Egipto a la tierra que prometí a Abraham, a Isaac y a Jacob, porque yo les prometí que les daría esta tierra a sus descendientes. 2 Enviaré un ángel delante de ti para que expulse a los cananeos, a los amorreos, a los hititas, a los ferezeos, a los heveos y a los jebuseos. 3 Es una tierra de la que fluye leche y miel. Pero yo no iré con ustedes, porque son un pueblo rebelde y soberbio, y no resistiré el deseo de destruirlos en el camino».
4 Cuando los israelitas oyeron estas duras palabras, se pusieron a llorar, y se despojaron de sus joyas y ornamentos, 5 porque el Señor le había ordenado a Moisés que les dijera: «Ustedes son un pueblo rebelde y soberbio. Si estuviera con ustedes un momento, los exterminaría. Quítense las joyas y ornamentos hasta que decida lo que haré con ustedes». 6 Después de esto, ellos dejaron de usar joyas.
La Tienda de reunión
7 Moisés siempre levantaba, a cierta distancia del campamento, el santuario o Tienda de reunión con Dios. Todo el que quería consultar al Señor, iba allí. 8 Siempre que Moisés salía hacia la Tienda de reunión, el pueblo se levantaba y se paraba a la entrada de sus tiendas, y se quedaban mirando hasta que él entraba en la Tienda. 9 Cuando él entraba, la columna de nube descendía y cubría la entrada, mientras el Señor le hablaba. 10 Entonces todo el pueblo adoraba delante de sus tiendas, y se inclinaba ante la columna de nube. 11 En la Tienda de reunión, el Señor le hablaba a Moisés cara a cara, como un hombre habla con su amigo. Después Moisés regresaba al campamento, pero el joven que le ayudaba, Josué hijo de Nun, nunca se alejaba de la Tienda de reunión.
La gloria del Señor
12 Moisés un día habló allí con el Señor, y le dijo:
―Me has pedido que lleve a este pueblo a la Tierra prometida, pero no me has dicho a quién enviarás conmigo. Dices que eres mi amigo y que he hallado gracia delante de ti. 13 Si es así, te ruego que me indiques qué quieres que haga, para que pueda comprenderte claramente y saber que cuento con tu ayuda. No olvides que esta nación es tu pueblo.
14 Y el Señor respondió:
―Yo iré contigo y te daré descanso.
15 Moisés le dijo:
―Si no vas a ir con nosotros, no dejes que nos movamos ni un paso de este lugar. 16 Si no vas con nosotros, ¿quién sabrá que mi pueblo y yo contamos con tu ayuda, y que somos diferentes a los demás pueblos que habitan la tierra?
17 Entonces el Señor le respondió:
―Haré lo que tú has pedido, porque ciertamente cuentas con mi ayuda, y eres mi amigo.
18 Moisés, entonces, le dijo:
―¡Permíteme contemplar tu gloria!
19 Y el Señor le respondió:
―Haré que pase delante de ti mi gloria, y pronunciaré mi nombre, pues soy bondadoso y compasivo con quien quiero. 20 Pero no podrás ver mi rostro, porque ningún hombre podrá verme y seguir viviendo. 21 Sin embargo, quédate en esta roca que está junto a mí, 22 y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la roca y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. 23 Luego quitaré mi mano, y podrás verme la espalda, pero no el rostro.
Las nuevas tablas de piedra
34 El Señor le dijo a Moisés:
―Prepara dos tablas de piedra como las primeras, y yo escribiré en ellas los mismos mandamientos que estaban en las tablas que quebraste. 2 Prepárate para subir a la cumbre del monte Sinaí, para presentarte ante mí. 3 Nadie vendrá contigo y nadie deberá estar en ningún lugar del monte. Ni dejes que los animales pasten junto al monte.
4 Moisés tomó dos tablas de piedra similares a las primeras, se levantó de madrugada y subió al monte Sinaí, tal como el Señor le había dicho, llevando las dos tablas de piedra en las manos.
5-6 El Señor descendió en la forma de una columna de nube y estuvo allí con él, y pasó delante de él y anunció el significado de su nombre:
―Yo soy el Señor, Dios de misericordia y de gracia —dijo—. Soy lento para la ira y grande en misericordia y verdad. 7 Yo, el Señor, muestro este amor firme a millares que reciben el perdón de sus pecados; pero no doy por inocente al culpable, y exijo que el pecado del padre sea castigado en los hijos, en los nietos y aun en generaciones posteriores.
8 Moisés se postró delante del Señor, lo adoró 9 y le dijo:
―Señor, si es cierto que cuento con tu favor, te ruego que vayas con nosotros a la Tierra prometida. Sí, el pueblo es rebelde y soberbio, pero perdona nuestros pecados y acéptanos como pueblo tuyo.
10 El Señor le respondió:
―Bien, este es el pacto que voy a hacer contigo. Haré milagros como nunca han sido hechos en toda la tierra, y todo el pueblo de Israel verá mi poder, el terrible poder que mostraré por medio de ti. 11 Tu parte en este pacto es obedecer todos mis mandamientos. Entonces yo expulsaré de delante de ti a los amorreos, a los cananeos, a los hititas, a los ferezeos, a los heveos, y a los jebuseos.
12 »Cuídate de hacer alianza con el pueblo que habita la tierra a donde vas, porque si lo haces, pronto andarás en sus malos caminos. 13 En cambio, destruirás sus altares paganos, derribarás las piedras que adoran y destrozarás las imágenes de la diosa Aserá. 14 No deben adorar otros dioses sino solamente a mí, porque yo, el Señor, soy un Dios celoso, que exige lealtad absoluta y devoción exclusiva.
15 »No harás tratados de paz con los pueblos que viven en esa tierra, porque son idólatras que me han rechazado para ofrecer sacrificios a sus dioses. Si haces amistad con ellos, entonces, cuando presenten los sacrificios a sus dioses, te invitarán a participar, y te sentirás obligado a ir. 16 Y aceptarás para tus hijos a sus hijas, que adoran a otros dioses, y tus hijos me abandonarán, y adorarán a los dioses de sus esposas. 17 No tendrás nada que ver con los ídolos.
18 »Celebrarás la fiesta de los Panes sin levadura durante siete días, en la forma que te ordené, en la fecha señalada del mes de aviv. Este fue el mes en que saliste de Egipto.
19 »Todo primer macho es mío: vacuno, lanar y cabrío. 20 El primer burro podrá ser redimido, dando un cordero en su lugar. Pero si decides no redimirlo, deberás quebrarle el cuello. Todos tus hijos serán redimidos; ninguno se presentará delante de mí sin una ofrenda.
21 »Aun durante el tiempo de la siembra y el de la cosecha, solamente trabajarás durante seis días y descansarás el séptimo.
22 »Te acordarás de celebrar la fiesta de las Semanas, al comenzar la cosecha del trigo, y la fiesta de la Cosecha, al fin del año.
23 »Todos los varones de Israel deberán presentarse ante mí tres veces al año. Yo soy el Señor, Dios de Israel. 24 Nadie atacará ni conquistará tu tierra mientras estés delante del Señor tu Dios, porque expulsaré a las naciones delante de ti y agrandaré tus fronteras.
25 »No usarás panes con levadura en tus sacrificios, y no dejarás hasta el día siguiente la carne del cordero pascual.
26 »Cada año deberás ofrecerme los mejores frutos de las primeras cosechas, y lo traerás a la casa del Señor tu Dios.
»No cocinarás el cabrito en la leche de su madre».
27 También el Señor le dijo a Moisés:
―Escribe estas leyes que te doy, porque son las condiciones del pacto que hice contigo y con Israel.
28 Moisés estuvo con el Señor en el monte durante cuarenta días y cuarenta noches; y en todo ese tiempo no comió ni bebió. Durante ese tiempo, Dios grabó el pacto, los Diez Mandamientos, sobre tablas de piedra.
El rostro radiante de Moisés
29 Cuando Moisés descendió del monte con las tablas en la mano, no se dio cuenta de que su rostro resplandecía por haber estado en la presencia de Dios. 30 Debido al resplandor de su rostro, Aarón y el pueblo de Israel tuvieron miedo de acercarse. 31 Pero Moisés los llamó, y Aarón y todos los dirigentes de la congregación fueron y hablaron con él. 32 Después todo el pueblo se acercó, y él les dio los mandamientos que el Señor le había entregado en el monte. 33 Cuando Moisés acabó de hablar con ellos, se puso un velo en el rostro. 34 Pero cuando entraba en el santuario a hablar con el Señor, se quitaba el velo hasta que volvía a salir. Entonces comunicaba al pueblo toda instrucción que el Señor le hubiera dado, 35 y el pueblo veía su rostro resplandeciente. Entonces Moisés se ponía de nuevo el velo, hasta que volvía al santuario a hablar con Dios.
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