Génesis 42:1-45:15
Nueva Versión Internacional (Castilian)
Los hermanos de José van a Egipto
42 Cuando Jacob se enteró de que había alimento en Egipto, les dijo a sus hijos: «¿Qué hacéis ahí parados, mirándoos unos a otros? 2 He sabido que hay alimento en Egipto. Id allí y comprad comida para nosotros, para que no muramos, sino que podamos sobrevivir».
3 Diez de los hermanos de José fueron a Egipto a comprar alimento. 4 Pero Jacob no dejó que Benjamín, el hermano de José, se fuera con ellos, porque pensó que podría sucederle alguna desgracia. 5 Fue así como los hijos de Israel fueron a comprar alimento, al igual que otros, porque el hambre se había apoderado de Canaán.
6 José era el gobernador del país, y el que vendía trigo a todo el mundo. Cuando sus hermanos llegaron ante él, se postraron rostro en tierra. 7 En cuanto José vio a sus hermanos, los reconoció; pero, fingiendo no conocerlos, les habló con rudeza:
―¡Y vosotros!, ¿de dónde venís?
―Venimos de Canaán, para comprar alimento —contestaron.
8 Aunque José los había reconocido, sus hermanos no lo reconocieron a él. 9 En ese momento se acordó José de los sueños que había tenido acerca de ellos, y les dijo:
―¡De seguro vosotros sois espías, y habéis venido para investigar las zonas desprotegidas del país!
10 ―¡No, señor! —respondieron—. Tus siervos hemos venido a comprar alimento. 11 Todos nosotros somos hijos de un mismo padre, y además somos gente honrada. ¡Tus siervos no somos espías!
12 ―¡No es verdad! —insistió José—. Vosotros habéis venido para investigar las zonas desprotegidas del país.
13 Pero ellos volvieron a responder:
―Nosotros, tus siervos, éramos doce hermanos, todos hijos de un mismo padre que vive en Canaán. El menor se ha quedado con nuestro padre, y el otro ya no vive.
14 Pero José los increpó una vez más:
―Es tal como os he dicho. ¡Vosotros sois espías! 15 Y con esto lo vamos a comprobar: Os juro por la vida del faraón que de aquí no saldréis con vida a menos que traigáis a vuestro hermano menor. 16 Mandad a uno de vosotros a buscar a vuestro hermano; los demás os quedaréis en la cárcel. Así sabremos si es verdad lo que decís. Y, si no es así, ¡por la vida del faraón, vosotros sois espías!
17 José los encerró en la cárcel durante tres días. 18 Al tercer día les dijo:
―Yo soy un hombre temeroso de Dios. Haced lo siguiente y salvaréis vuestra vida. 19 Si en verdad sois honrados, quédese uno de vosotros bajo custodia, e id los demás y llevad alimento para calmar el hambre de vuestras familias. 20 Pero traedme a vuestro hermano menor y probadme que decís la verdad. Así no moriréis.
Ellos aceptaron la propuesta, 21 pero se decían unos a otros:
―Sin duda estamos sufriendo las consecuencias de lo que hicimos con nuestro hermano. Aunque vimos su angustia cuando nos suplicaba que le tuviéramos compasión, no le hicimos caso. Por eso ahora nos vemos en aprietos.
22 Entonces habló Rubén:
―Yo os advertí que no le hicierais daño al muchacho, pero no me hicisteis caso. ¡Ahora tenemos que pagar el precio de su sangre!
23 Como José les hablaba por medio de un intérprete, ellos no sabían que él entendía todo lo que estaban diciendo. 24 José se apartó de ellos y se echó a llorar. Luego, cuando se controló y pudo hablarles, apartó a Simeón y ordenó que lo ataran en presencia de ellos.
25 José dio también la orden de que llenaran de alimentos sus costales, que repusieran en cada una de sus bolsas el dinero que habían pagado, y que les dieran provisiones para el viaje. Y así se hizo. 26 Entonces ellos cargaron el alimento sobre sus asnos y emprendieron el viaje de vuelta.
27 Cuando llegaron al lugar donde acamparon esa noche, uno de ellos abrió su bolsa para darle de comer a su asno, ¡y allí en la abertura descubrió su dinero! 28 Entonces les dijo a sus hermanos:
―¡Me devolvieron el dinero! Mirad, ¡aquí está, en mi bolsa!
Los otros se asustaron mucho y, temblando, se decían unos a otros:
―¿Qué es lo que Dios nos ha hecho?
29 Al llegar a Canaán, donde estaba su padre Jacob, le contaron todo lo que les había sucedido:
30 ―El hombre que gobierna aquel país nos trató con rudeza, hasta tal punto que nos acusó de ser espías. 31 Nosotros le dijimos: “Somos gente honrada. No somos espías”. 32 Además, le dijimos: “Somos doce hermanos, hijos de un mismo padre. Uno ya no vive, y el menor se ha quedado con nuestro padre en Canaán”.
33 »Entonces el hombre que gobierna aquel país nos dijo: “Con esto voy a comprobar si en verdad sois gente honrada. Dejad aquí conmigo a uno de vuestros hermanos, e id a llevar alimento para calmar el hambre de vuestras familias. 34 Pero a la vuelta traedme a vuestro hermano menor. Así comprobaré que no sois espías, y que en verdad sois gente honrada. Luego os entregaré de vuelta a vuestro hermano, y podréis moveros[a] con libertad por el país”».
35 Cuando comenzaron a vaciar sus costales, se encontraron con que la bolsa de dinero de cada uno estaba allí. Esto hizo que ellos y su padre se llenaran de temor. 36 Entonces Jacob, su padre, les dijo:
―¡Vosotros me vais a dejar sin hijos! José ya no está con nosotros, Simeón tampoco está aquí, ¡y ahora os queréis llevar a Benjamín! ¡Todo esto me perjudica!
37 Pero Rubén le dijo a su padre:
―Yo me hago cargo de Benjamín. Si no te lo devuelvo, podrás matar a mis dos hijos.
38 ―¡Mi hijo no se irá con vosotros! —replicó Jacob—. Su hermano José ya está muerto, y ahora solo él me queda. Si le llega a pasar una desgracia en el viaje que vais a emprender, vosotros tendréis la culpa de que este pobre viejo se muera de tristeza.
Los hermanos de José vuelven a Egipto
43 El hambre seguía aumentando en aquel país. 2 Llegó el momento en que se les acabó el alimento que habían llevado de Egipto. Entonces su padre les dijo:
―Volved a Egipto y comprad un poco más de alimento para nosotros.
3 Pero Judá le recordó:
―Aquel hombre nos advirtió claramente que no nos presentáramos ante él, a menos que lo hiciéramos con nuestro hermano menor. 4 Si tú nos permites llevar a nuestro hermano menor, iremos a comprarte alimento. 5 De lo contrario, no tiene objeto que vayamos. Aquel hombre fue muy claro en cuanto a no presentarnos ante él sin nuestro hermano menor.
6 ―¿Por qué me habéis causado este mal? —inquirió Israel—. ¿Por qué le dijisteis a ese hombre que teníais otro hermano?
7 ―Porque aquel hombre nos preguntó específicamente acerca de nuestra familia —respondieron ellos—. “¿Vive todavía el vuestro padre? —nos preguntó—. ¿Tenéis algún otro hermano?” Lo único que hicimos fue responder a sus preguntas. ¿Cómo íbamos a saber que nos pediría llevar a nuestro hermano menor?
8 Judá le dijo a su padre Israel:
―Bajo mi responsabilidad, envía al muchacho y nos iremos ahora mismo, para que nosotros y nuestros hijos podamos seguir viviendo. 9 Yo te respondo por su seguridad; a mí me pedirás cuentas. Si no te lo devuelvo sano y salvo, yo seré el culpable ante ti para toda la vida. 10 Si no nos hubiéramos demorado tanto, ¡ya habríamos ido y vuelto dos veces!
11 Entonces Israel, su padre, les dijo:
―Ya que no hay más remedio, haced lo siguiente: Echad en vuestros costales los mejores productos de esta región, y llevádselos de regalo a ese hombre: un poco de bálsamo, un poco de miel, perfumes, mirra, nueces, almendras. 12 Llevad también el doble del dinero, pues debéis devolver el que estaba en vuestras bolsas, ya que seguramente fue un error. 13 Id con vuestro hermano menor y presentaos ante ese hombre. 14 ¡Que el Dios Todopoderoso permita que ese hombre os tenga compasión y deje libre a vuestro otro hermano, y además volváis con Benjamín! En cuanto a mí, si he de perder a mis hijos, ¡qué le voy a hacer! ¡Los perderé!
15 Ellos tomaron los regalos, el doble del dinero, y a Benjamín, y emprendieron el viaje a Egipto. Allí se presentaron ante José. 16 Cuando este vio a Benjamín con ellos, le dijo a su mayordomo: «Lleva a estos hombres a mi casa. Luego, mata un animal y prepáralo, pues estos hombres comerán conmigo al mediodía».
17 El mayordomo cumplió la orden y los llevó a la casa de José. 18 Al ver ellos que los llevaban a la casa de José, se asustaron mucho y se dijeron: «Nos llevan por causa del dinero que se puso en nuestras bolsas la vez pasada. Ahora nos atacarán, nos acusarán, y hasta nos harán sus esclavos, con nuestros animales y todo».
19 Entonces se acercaron al mayordomo de la casa de José, y antes de entrar le dijeron:
20 ―Perdón, señor: nosotros ya vinimos antes para comprar alimento; 21 pero a nuestro regreso, cuando acampamos para pasar la noche, descubrimos que en cada una de nuestras bolsas estaba el dinero que habíamos pagado. ¡Pero lo hemos traído para devolverlo! 22 También hemos traído más dinero para comprar alimento. ¡No sabemos quién pudo haber puesto el dinero de vuelta en nuestras bolsas!
23 ―Está bien, no tengáis miedo —contestó aquel hombre—. Vuestro Dios y de vuestro padre habrá puesto ese tesoro en vuestras bolsas. A mí me consta que recibí el dinero que vosotros pagasteis.
El mayordomo les llevó a Simeón, 24 y a todos los hizo pasar a la casa de José. Allí les dio agua para que se lavaran los pies, y les dio de comer a sus asnos. 25 Ellos, por su parte, prepararon los regalos, mientras esperaban que José llegara al mediodía, pues habían oído que comerían allí.
26 Cuando José entró en su casa, le entregaron los regalos que le habían llevado y, rostro en tierra, se postraron ante él. 27 José les preguntó cómo estaban, y añadió:
―¿Cómo está vuestro padre, el anciano del cual me hablasteis? ¿Vive todavía?
28 ―Nuestro padre, tu siervo, se encuentra bien y todavía vive —respondieron ellos.
Y en seguida le hicieron una reverencia para honrarlo. 29 José miró a su alrededor y, al ver a Benjamín, su hermano de padre y madre, les preguntó:
―¿Es este vuestro hermano menor, del cual me habíais hablado? ¡Que Dios te guarde, hijo mío!
30 Conmovido por la presencia de su hermano, y no pudiendo contener el llanto, José salió de prisa. Entró en su habitación, y allí se echó a llorar desconsoladamente. 31 Después se lavó la cara y, ya más calmado, salió y ordenó: «¡Servid la comida!»
32 A José le sirvieron en un sector, a los hermanos en otro, y en otro más a los egipcios que comían con José. Los egipcios no comían con los hebreos porque, para los habitantes de Egipto, era una abominación. 33 Los hermanos de José estaban sentados frente a él, de mayor a menor, y unos a otros se miraban con asombro. 34 Las porciones les eran servidas desde la mesa de José, pero a Benjamín se le servían porciones mucho más grandes que a los demás. En compañía de José, todos bebieron y se alegraron.
La copa de José
44 Más tarde, José ordenó al mayordomo de su casa: «Llena con todo el alimento que les quepa los costales de estos hombres, y pon en sus bolsas el dinero de cada uno de ellos. 2 Luego mete mi copa de plata en la bolsa del hermano menor, junto con el dinero que pagó por el alimento». Y el mayordomo hizo todo lo que José le ordenó.
3 A la mañana siguiente, muy temprano, los hermanos de José fueron enviados de vuelta, junto con sus asnos. 4 Todavía no estaban muy lejos de la ciudad cuando José le dijo al mayordomo de su casa: «¡Anda! ¡Persigue a esos hombres! Cuando los alcances, diles: “¿Por qué me habéis pagado mal por bien? 5 ¿Por qué habéis robado la copa que usa mi señor para beber y para adivinar? ¡Esto que habéis hecho está muy mal!”»
6 Cuando el mayordomo los alcanzó, les repitió esas mismas palabras. 7 Pero ellos respondieron:
―¿Por qué nos dice tales cosas, mi señor? ¡Lejos esté de nosotros actuar de esa manera! 8 Es más, nosotros te trajimos de vuelta de Canaán el dinero que habíamos pagado, pero que encontramos en nuestras bolsas. ¿Por qué, entonces, habríamos de robar oro o plata de la casa de tu señor? 9 Si se encuentra la copa en poder de alguno de nosotros, que muera el que la tenga, y el resto de nosotros seremos esclavos de mi señor.
10 ―Está bien —respondió el mayordomo—, se hará como vosotros decís, pero solo el que tenga la copa en su poder será mi esclavo; el resto de vosotros quedará libre de todo cargo.
11 En seguida cada uno de ellos bajó al suelo su bolsa y la abrió. 12 El mayordomo revisó cada bolsa, comenzando con la del hermano mayor y terminando con la del menor. ¡Y encontró la copa en la bolsa de Benjamín! 13 Al ver esto, los hermanos de José se rasgaron las vestiduras en señal de duelo y, después de cargar sus asnos, volvieron a la ciudad.
14 Todavía estaba José en su casa cuando llegaron Judá y sus hermanos. Entonces se postraron rostro en tierra, 15 y José les dijo:
―¿Qué manera de portarse es esta? ¿Acaso no sabéis que un hombre como yo puede adivinar?
16 ―¡No sabemos qué decir a mi señor! —contestó Judá—. ¡No hay excusa que valga! ¿Cómo podemos demostrar nuestra inocencia? Dios ha puesto al descubierto la maldad de tus siervos. Aquí nos tiene mi señor: somos tus esclavos, nosotros y el que tenía la copa.
17 ―¡Jamás podría yo actuar de ese modo! —respondió José—. Solo será mi esclavo el que tenía la copa en su poder. En cuanto a vosotros, regresad tranquilos a la casa de vuestro padre.
18 Entonces Judá se acercó a José para decirle:
―Mi señor, no te enojes conmigo, pero te ruego que me permitas hablarte en privado. Para mí, tú eres tan importante como el faraón. 19 Cuando mi señor nos preguntó si todavía teníamos un padre o algún otro hermano, 20 nosotros contestamos a mi señor que teníamos un padre anciano, y un hermano que le nació a nuestro padre en su vejez. Nuestro padre quiere muchísimo a este último porque es el único que le queda de la misma madre, ya que el otro murió. 21 Entonces mi señor nos obligó a traer a este hermano menor para conocerlo. 22 Nosotros dijimos a mi señor que el joven no podía dejar a su padre porque, si lo hacía, seguramente su padre moriría. 23 Pero mi señor insistió y nos advirtió que, si no traíamos a nuestro hermano menor, nunca más seríamos recibidos en su presencia. 24 Entonces regresamos adonde vive mi padre, tu siervo, y le informamos de todo lo que mi señor nos había dicho. 25 Tiempo después nuestro padre nos dijo: “Volved otra vez a comprar un poco de alimento”. 26 Nosotros le contestamos: “No podemos ir si nuestro hermano menor no va con nosotros. No podremos presentarnos ante hombre tan importante, a menos que nuestro hermano menor nos acompañe”. 27 Mi padre, tu siervo, respondió: “Vosotros sabéis que mi esposa me dio dos hijos. 28 Uno desapareció de mi lado, y no he vuelto a verlo. Con toda seguridad fue despedazado por las fieras. 29 Si también os lleváis a este, y le pasa alguna desgracia, ¡vosotros tendréis la culpa de que este pobre viejo se muera de tristeza!”
30 »Así que, si yo regreso a mi padre, tu siervo, y el joven, cuya vida está tan unida a la de mi padre, no regresa con nosotros, 31 seguramente mi padre, al no verlo, morirá, y nosotros seremos los culpables de que nuestro padre se muera de tristeza. 32 Este tu siervo quedó ante mi padre como responsable del joven. Le dije: “Si no te lo devuelvo, padre mío, seré culpable ante ti toda mi vida”. 33 Por eso, permita mi señor que yo me quede como esclavo de mi señor en lugar de mi hermano menor, y que él regrese con sus hermanos. 34 ¿Cómo podré volver junto a mi padre si mi hermano menor no está conmigo? ¡No soy capaz de ver la desgracia que le sobrevendrá a mi padre!»
José se da a conocer
45 José ya no pudo controlarse delante de sus servidores, así que ordenó: «¡Que salgan todos de mi presencia!» Y ninguno de ellos quedó con él. Cuando se dio a conocer a sus hermanos, 2 comenzó a llorar tan fuerte que los egipcios se enteraron, y la noticia llegó hasta la casa del faraón.
3 ―Yo soy José —les declaró a sus hermanos—. ¿Vive todavía mi padre?
Pero ellos estaban tan pasmados que no atinaban a contestarle. 4 No obstante, José insistió:
―¡Acercaos!
Cuando ellos se acercaron, él añadió:
―Yo soy José, vuestro hermano, a quien vendisteis a Egipto. 5 Pero ahora, por favor no os aflijáis más ni os reprochéis el haberme vendido, pues en realidad fue Dios quien me mandó delante de vosotros para salvar vidas. 6 Desde hace dos años la región está sufriendo de hambre, y todavía faltan cinco años más en que no habrá siembras ni cosechas. 7 Por eso Dios me envió delante de vosotros: para salvaros la vida de manera extraordinaria[b] y de ese modo aseguraros descendencia sobre la tierra. 8 Fue Dios quien me envió aquí, y no vosotros. Él me ha puesto como asesor[c] del faraón y administrador de su casa, y como gobernador de todo Egipto. 9 ¡Vamos, daos prisa! Volved a la casa de mi padre y decidle: “Así dice tu hijo José: ‘Dios me ha hecho gobernador de todo Egipto. Ven a verme. No te demores. 10 Vivirás en la región de Gosén, cerca de mí, con tus hijos y tus nietos, y con tus ovejas, y vacas y todas tus posesiones. 11 Yo os proveeré alimento allí, porque aún quedan cinco años más de hambre. De lo contrario, tú y tu familia, y todo lo que te pertenece, caeréis en la miseria’ ”. 12 Además, vosotros y mi hermano Benjamín sois testigos de que yo mismo lo he dicho. 13 Contadle a mi padre el prestigio que tengo en Egipto, y todo lo que habéis visto. ¡Pero daos prisa y traedlo ya!
14 Y abrazó José a su hermano Benjamín, y comenzó a llorar. Benjamín, a su vez, también lloró abrazado a su hermano José. 15 Luego José, bañado en lágrimas, besó a todos sus hermanos. Solo entonces se animaron ellos a hablarle.
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