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Una voz dijo: «¡Grita!».
    Y yo pregunté: «¿Qué debo gritar?».

«Grita que los seres humanos son como la hierba.
    Su belleza se desvanece tan rápido
    como las flores en un campo.
La hierba se seca y las flores se marchitan
    bajo el aliento del Señor.
    Y así sucede también con los seres humanos.
La hierba se seca y las flores se marchitan,
    pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre».

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