La Tienda de reunión

Moisés tomó una tienda de campaña y la armó a cierta distancia fuera del campamento. La llamó la «Tienda de reunión». Cuando alguien quería consultar al Señor, tenía que salir del campamento e ir a la Tienda. Siempre que Moisés se dirigía a ella, todo el pueblo se quedaba de pie a la entrada de su tienda y seguía a Moisés con la mirada, hasta que este entraba en la Tienda de reunión. En cuanto Moisés entraba en ella, la columna de nube descendía y se detenía en la entrada, mientras el Señor hablaba con Moisés. 10 Cuando los israelitas veían que la columna de nube se detenía a la entrada de la Tienda de reunión, todos ellos se postraban a la entrada de su tienda de campaña y adoraban. 11 Y hablaba el Señor con Moisés cara a cara, como quien habla con un amigo. Después de eso, Moisés regresaba al campamento; pero Josué, hijo de Nun, su joven asistente, nunca se apartaba de la Tienda de reunión.

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»Después me harán un santuario, para que yo habite entre ustedes.

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Ve a la tierra donde abundan la leche y la miel. Yo no los acompañaré, porque ustedes son un pueblo terco, y podría yo destruirlos en el camino».

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20 Pero debo aclararte que no podrás ver mi rostro, porque nadie puede verme y seguir con vida.

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23 Luego retiraré la mano y podrás verme la espalda. Pero mi rostro nadie lo verá».

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La gloria del Señor

12 Moisés dijo al Señor:

—Tú insistes en que yo debo guiar a este pueblo, pero no me has dicho a quién enviarás conmigo. También me has dicho que te conozco por nombre y que cuento con tu favor. 13 Pues si realmente es así, dime cuáles son tus caminos. Así sabré que en verdad cuento con tu favor. Ten presente que los israelitas son tu pueblo.

14 —Yo mismo iré contigo y te daré descanso —respondió el Señor.

15 —O vas con todos nosotros —respondió Moisés—, o mejor no nos hagas salir de aquí. 16 Si no vienes con nosotros, ¿cómo vamos a saber, tu pueblo y yo, que contamos con tu favor? ¿En qué seríamos diferentes de los demás pueblos de la tierra?

17 —Está bien, haré lo que me pides —dijo el Señor a Moisés—, pues cuentas con mi favor y te conozco por nombre.

18 —Déjame ver tu gloria —insistió Moisés.

19 Y el Señor respondió:

—Voy a darte pruebas de mi bondad y te daré a conocer mi nombre. Tendré misericordia de quien quiera tenerla y seré compasivo con quien quiera serlo. 20 Pero debo aclararte que no podrás ver mi rostro, porque nadie puede verme y seguir con vida.

21 »Cerca de mí hay un lugar sobre una roca —añadió el Señor—. Puedes quedarte allí. 22 Cuando yo pase en toda mi gloria, te pondré en una hendidura de la roca y te cubriré con mi mano, hasta que haya pasado. 23 Luego retiraré la mano y podrás verme la espalda. Pero mi rostro nadie lo verá».

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Las nuevas tablas de piedra

34 El Señor dijo a Moisés: «Labra dos tablas de piedra semejantes a las primeras que rompiste. Voy a escribir en ellas las mismas palabras que estaban escritas en las primeras. Prepárate para subir mañana a la cumbre del monte Sinaí y presentarte allí ante mí. Nadie debe acompañarte ni debe verse a nadie en ninguna parte del monte. Ni siquiera las ovejas y las vacas deben pastar frente al monte».

Moisés labró dos tablas de piedra semejantes a las primeras y muy de mañana las llevó en sus manos al monte Sinaí, como se lo había ordenado el Señor. El Señor descendió en la nube y se puso junto a Moisés. Luego le dio a conocer su nombre: pasando delante de él, proclamó:

—El Señor, el Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que mantiene su amor hasta mil generaciones después y que perdona la maldad, la rebelión y el pecado; pero no tendrá por inocente al culpable, sino que castiga la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación.

Enseguida Moisés se postró en tierra y adoró al Señor. Y dijo:

—Señor, si realmente cuento con tu favor, ven y quédate entre nosotros. Reconozco que este es un pueblo terco, pero perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y adóptanos como tu herencia.

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Demasiado pronto se han apartado del camino que les ordené seguir, pues no solo han fundido oro y se han hecho un ídolo en forma de becerro, sino que se han postrado ante él, le han ofrecido sacrificios y han declarado: “Israel, ¡aquí tienes a tus dioses que te sacaron de Egipto!”.

»Ya me he dado cuenta de que este es un pueblo terco —añadió el Señor, dirigiéndose a Moisés—. 10 Tú no te metas. Yo voy a descargar mi ira sobre ellos y los voy a destruir. Pero de ti haré una gran nación».

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19 Cuando Moisés se acercó al campamento y vio el becerro y las danzas, ardió en ira y arrojó de sus manos las tablas, haciéndolas pedazos al pie del monte.

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El nuevo pacto

10 —Mira el pacto que hago ahora —respondió el Señor—. A la vista de todo tu pueblo haré maravillas que ante ninguna nación del mundo han sido realizadas. El pueblo en medio del cual vives verá las imponentes obras que yo, el Señor, haré por ti. 11 Por lo que a ti toca, cumple con lo que hoy te mando. Echaré de tu presencia a los amorreos, cananeos, hititas, ferezeos, heveos y jebuseos. 12 Ten mucho cuidado de no hacer ningún pacto con los habitantes de la tierra que vas a ocupar, pues de lo contrario serán para ti una trampa. 13 Derriba sus altares, haz pedazos sus piedras sagradas y sus imágenes de la diosa Aserá. 14 No adores a otros dioses, porque el Señor es muy celoso. Su nombre es Dios celoso.

15 »No hagas ningún pacto con los habitantes de esta tierra, porque se prostituyen por ir tras sus dioses y, cuando ofrezcan sacrificios a esos dioses, te invitarán a participar de ellos. 16 Y si casas a tu hijo con una de sus mujeres, cuando ella se prostituya por ir tras sus dioses, inducirá a tu hijo a hacer lo mismo.

17 »No te hagas ídolos de metal fundido.

18 »Celebra la fiesta de los Panes sin levadura y come de ese pan durante siete días, como te lo he ordenado. Celebra esa fiesta en el mes de aviv, que es la fecha señalada, pues en ese mes saliste de Egipto.

19 »Todo hijo primogénito me pertenece, incluyendo las primeras crías de tus vacas y de tus ovejas. 20 Deberás rescatar a todos tus primogénitos. Al asno primogénito podrás rescatarlo a cambio de un cordero; pero si no lo rescatas, tendrás que romperle el cuello.

»Nadie se presentará ante mí con las manos vacías.

21 »Trabaja durante seis días, pero descansa el séptimo. Ese día deberás descansar, incluso en el tiempo de arar y cosechar.

22 »Celebra con las primicias de la cosecha de trigo la fiesta de las Semanas y también la fiesta de la cosecha de fin de año.[a] 23 Todos tus varones deberán presentarse ante mí, su Señor y Dios, el Dios de Israel, tres veces al año. 24 Yo echaré de tu presencia a las naciones y ensancharé tu territorio. Cuando vengan tres veces al año ante mí, su Señor y Dios, nadie codiciará tu tierra.

25 »Cuando me ofrezcas un animal, no mezcles con levadura su sangre. Del animal que se ofrece en la fiesta de la Pascua no debe quedar nada para la mañana siguiente.

26 »Llevarás a la casa del Señor tu Dios lo mejor de tus primicias.

»No cocerás ningún cabrito en la leche de su madre».

27 El Señor dijo a Moisés:

—Pon estas palabras por escrito, pues en ellas se basa el pacto que ahora hago contigo y con Israel.

28 Y Moisés se quedó en el monte con el Señor cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber nada. Allí, en las tablas, escribió los términos del pacto, es decir, los diez mandamientos.

El rostro resplandeciente de Moisés

29 Cuando Moisés descendió del monte Sinaí, traía en sus manos las dos tablas del pacto. Pero no sabía que, por haberle hablado el Señor, de su rostro salía un haz de luz. 30 Al ver Aarón y todos los israelitas el rostro resplandeciente de Moisés, tuvieron miedo de acercársele; 31 pero Moisés llamó a Aarón y a todos los jefes y ellos regresaron para hablar con él. 32 Luego se acercaron todos los israelitas y Moisés ordenó acatar todo lo que el Señor le había dicho en el monte Sinaí.

33 En cuanto Moisés terminó de hablar con ellos, se cubrió el rostro con un velo. 34 Siempre que entraba a la presencia del Señor para hablar con él, se quitaba el velo hasta que salía. Al salir, comunicaba a los israelitas lo que el Señor le había ordenado decir. 35 Y como los israelitas veían que su rostro resplandecía, Moisés se cubría de nuevo el rostro, hasta que entraba a hablar otra vez con el Señor.

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Footnotes

  1. 34:22 El fin de año caía en otoño.

Moisés fue y refirió al pueblo todas las palabras y leyes del Señor, y ellos respondieron a una voz: «Haremos todo lo que el Señor ha dicho».

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Después tomó el libro del pacto y lo leyó ante el pueblo. Ellos respondieron:

—Haremos todo lo que el Señor ha dicho y le obedeceremos.

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El Señor recorre con su mirada toda la tierra y está listo para ayudar a quienes le son fieles.[a] De ahora en adelante tendrás guerras, pues actuaste como un necio».

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Footnotes

  1. 16:9 quienes le son fieles. Lit. los de corazón íntegro para él.

Ay de la nación obstinada

30 El Señor ha dictado esta sentencia:

«Ay de los hijos rebeldes
    que ejecutan planes que no son míos,
que hacen alianzas contrarias a mi Espíritu,
    que amontonan pecado sobre pecado,
que bajan a Egipto sin consultarme,
    para buscar la protección de Faraón
    y se refugian bajo la sombra de Egipto.

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La respuesta del Señor

18 Entonces el Señor se llenó de celos por su tierra
    y mostró piedad a su pueblo.

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La gloria del nuevo pacto

El ministerio que causaba muerte, el que estaba grabado con letras en piedra, fue tan glorioso que los israelitas no podían mirar la cara de Moisés debido a la gloria que se reflejaba en su rostro, la cual ya se estaba extinguiendo. Pues bien, si aquel ministerio fue así, ¿no será todavía más glorioso el ministerio del Espíritu? Si es glorioso el ministerio que trae condenación, ¡cuánto más glorioso será el ministerio que trae la justicia! 10 En efecto, lo que fue glorioso ya no lo es, si se compara con esta excelsa gloria. 11 Y, si vino con gloria lo que ya se estaba extinguiendo, ¡cuánto mayor será la gloria de lo que permanece!

12 Así que, como tenemos tal esperanza, actuamos con plena confianza. 13 No hacemos como Moisés, quien se ponía un velo sobre el rostro para que los israelitas no vieran el fin del resplandor que se iba extinguiendo. 14 Sin embargo, la mente de ellos se embotó, de modo que hasta el día de hoy tienen puesto el mismo velo al leer el antiguo pacto. El velo no les ha sido quitado, porque solo se quita en Cristo. 15 Hasta el día de hoy, siempre que leen a Moisés, un velo les cubre el corazón. 16 Pero cada vez que alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado. 17 Ahora bien, el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. 18 Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos[a] como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu.

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Footnotes

  1. 3:18 reflejamos. Alt. contemplamos.

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