8 Un día, cuando Eliseo pasaba por Sunén, cierta mujer de buena posición le insistió que comiera en su casa. Desde entonces, siempre que pasaba por ese pueblo, comía allí. 9 La mujer le dijo a su esposo: «Mira, yo estoy segura de que este hombre que siempre nos visita es un santo hombre de Dios. 10 Hagámosle un cuarto en la azotea, y pongámosle allí una cama, una mesa con una silla, y una lámpara. De ese modo, cuando nos visite, tendrá un lugar donde quedarse».
Read full chapterSanta Biblia, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL® NVI® (Castellano) © 1999, 2005, 2017 por