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Nueva Versión Internacional (NVI)
Version
Amós 4-6

Escuchen esta palabra, vacas de Basán,
    que viven en el monte de Samaria,
    que oprimen a los desvalidos y maltratan a los necesitados,
    que dicen a sus esposos:
    «¡Tráigannos de beber!».
El Señor y Dios ha jurado por su santidad:
    «Vendrán días en que hasta la última de ustedes
    será arreada con ganchos y anzuelos.
Una tras otra saldrán por las brechas del muro,
    y hacia Harmón serán expulsadas»,
    afirma el Señor.
«Vayan a Betel y pequen;
    vayan a Guilgal y pequen mucho más.
Ofrezcan sus sacrificios por la mañana,
    y al tercer día[a] sus diezmos.
Quemen pan leudado como ofrenda de gratitud
    y proclamen ofrendas voluntarias.
Háganlo saber a todos, israelitas;
    ¡eso es lo que a ustedes les encanta!»,
    afirma el Señor y Dios.

Dureza de Israel

«Yo les hice pasar hambre en todas sus ciudades
    y los privé de pan en todos sus poblados.
Con todo, ustedes no se volvieron a mí»,
    afirma el Señor.

«Yo les retuve la lluvia
    cuando aún faltaban tres meses para la cosecha.
En una ciudad hacía llover,
    pero en otra no;
una parcela recibía lluvia,
    mientras que otra no y se secó.
Vagando de ciudad en ciudad,
    iba la gente en busca de agua,
pero no calmaba su sed.
    Con todo, ustedes no se volvieron a mí»,
    afirma el Señor.

«Castigué sus campos con plagas y pestes;
    la langosta devoró sus huertos y viñedos,
    sus higueras y olivares.
Con todo, ustedes no se volvieron a mí»,
    afirma el Señor.

10 «Les mandé plagas
    como lo hice en Egipto.
Maté a sus mejores jóvenes por la espada,
    junto con los caballos capturados.
Hice que llegara hasta sus propias narices
    el hedor de los campamentos.
    Con todo, ustedes no se volvieron a mí»,
    afirma el Señor.

11 «Envié una destrucción
    como la de Sodoma y Gomorra;
eran como brazas,
    tizones rescatados del fuego.
Con todo, ustedes no se volvieron a mí»,
    afirma el Señor.

12 «Por eso, Israel, voy a actuar contra ti;
    y como voy a hacerlo,
    ¡prepárate, Israel, para encontrarte con tu Dios!».

13 He aquí el que forma las montañas,
    el que crea el viento,
    el que revela al ser humano sus pensamientos,
el que convierte la aurora en tinieblas,
    el que marcha sobre las alturas de la tierra:
    su nombre es el Señor Dios de los Ejércitos.

Advertencias y lamentos

Escuchen, israelitas, esta palabra, este canto fúnebre que por ustedes entono:

«Ha caído la virginal Israel
    y no volverá a levantarse;
abandonada en su propia tierra,
    no hay quien la levante».

Así dice el Señor y Dios al reino de Israel:

«La ciudad que salía a la guerra con mil hombres
    se quedará solo con cien
y la que salía con cien
    se quedará solo con diez».

Así dice el Señor a Israel:

«¡Búsquenme y vivirán!
    Pero no busquen a Betel,
ni vayan a Guilgal,
    ni pasen a Berseba;
porque Guilgal será llevada cautiva
    y Betel, reducida a la nada».[b]
¡Busquen al Señor y vivirán!,
    no sea que él caiga como fuego
    sobre los descendientes de José,
fuego que devore a Betel
    sin que haya quien lo apague.

Ustedes convierten el derecho en amargura
    y echan por tierra la justicia.

El que hizo las Pléyades y el Orión,
    convierte en aurora las densas tinieblas
    y oscurece el día hasta convertirlo en noche.
Él convoca las aguas del mar
    y las derrama sobre la tierra.
    ¡Su nombre es el Señor!
Él trae una destrucción repentina sobre la fortaleza
    y sobre la plaza fuerte, destrucción.

10 Ustedes odian al que defiende la justicia en el tribunal
    y detestan al que dice la verdad.

11 Por eso, como oprimen a los pobres
    y les exigen un impuesto sobre el grano,
no vivirán en las casas de piedra labrada que han construido
    ni beberán del vino de los selectos viñedos que han plantado.
12 ¡Yo sé cuán numerosos son sus delitos,
    cuán grandes sus pecados!

Ustedes oprimen al justo, exigen soborno
    y en los tribunales atropellan al necesitado.
13 Por eso en circunstancias como estas guarda silencio el prudente,
    porque estos tiempos son malos.

14 Busquen el bien y no el mal, y vivirán;
    y así estará con ustedes el Señor Dios de los Ejércitos,
    tal como ustedes lo afirman.
15 ¡Odien el mal y amen el bien!
    Establezcan la justicia en los tribunales;
tal vez así el Señor, el Dios de los Ejércitos,
    tenga compasión del remanente de José.

16 Por eso, así dice el Señor y Dios, el Dios de los Ejércitos:

«En todas las plazas se escucharán lamentos
    y gritos de angustia en todas las calles.
Llamarán a duelo a los agricultores
    y a los llorones profesionales para hacer lamentación.
17 Se escucharán lamentos en todos los viñedos
    cuando yo pase en medio de ti»,
    dice el Señor.

El día del Señor

18 ¡Ay de los que suspiran
    por el día del Señor!
¿De qué les servirá ese día
    si va a ser de oscuridad y no de luz?
19 Será como cuando alguien huye de un león
    y se le viene encima un oso,
o como cuando al llegar a su casa,
    apoya la mano en la pared
    y lo muerde una serpiente.
20 ¿No será el día del Señor de oscuridad y no de luz?
    ¡Será por cierto sombrío y sin resplandor!

21 «Detesto y aborrezco sus fiestas religiosas;
    no me agradan sus cultos solemnes.
22 Aunque me traigan holocaustos y ofrendas de cereal,
    no los aceptaré;
no prestaré atención
    a los sacrificios de comunión de novillos cebados.
23 Aleja de mí el bullicio de tus canciones;
    no quiero oír la música de tus liras.
24 Pero ¡que fluya el derecho como las aguas
    y la justicia como arroyo inagotable!

25 »Casa de Israel, ¿acaso me ofrecieron ustedes sacrificios y ofrendas
    durante los cuarenta años en el desierto?
26 Ustedes cargaban la imagen de Sicut, su rey,
    y también la de Quiyún,
    imágenes de esos dioses astrales
    que ustedes mismos se han fabricado.
27 Por lo tanto, los mandaré al exilio más allá de Damasco»,
    dice el Señor, cuyo nombre es Dios de los Ejércitos.

¡Ay de los que viven tranquilos en Sión
    y de los que viven confiados en el monte de Samaria!
¡Ay de los notables de la nación más importante,
    a quienes acude el pueblo de Israel!
Pasen a Calné y obsérvenla;
    vayan de allí a Jamat, la grande,
    bajen luego a Gat de los filisteos.
¿Acaso son ustedes superiores a estos reinos
    o es más grande su territorio que el de ustedes?
Ustedes creen alejar el día de la desgracia,
    pero están acercando el imperio de la violencia.
Ustedes que se acuestan en camas incrustadas de marfil
    y se arrellanan en divanes;
que comen corderos selectos
    y terneros engordados;
que, a la manera de David,
    improvisan canciones al son de la lira
    e inventan instrumentos musicales;
que beben vino en tazones
    y se perfuman con las esencias más finas
    sin afligirse por la ruina de José,
marcharán a la cabeza de los desterrados,
    y así terminará el banquete de los holgazanes.

El Señor y Dios ha jurado por sí mismo; el Señor Dios de los Ejércitos afirma:

«Yo detesto la arrogancia de Jacob;
    yo aborrezco sus fortalezas.
Por eso entregaré la ciudad al enemigo,
    con todo lo que hay en ella».

Sucederá que, si en una casa quedan diez personas con vida, todas morirán. 10 Y, cuando vengan a la casa para levantar los cadáveres y quemarlos, algún pariente preguntará a otro que ande en la casa: «¿Queda alguien más contigo?». Y aquel responderá: «No». Entonces dirá: «¡Silencio! No debemos invocar el nombre del Señor».

11 Porque el Señor ha dado la orden:
    él destruirá en pedazos la casa grande
    y la casa pequeña hará pedazos.

12 ¿Acaso galopan los caballos por las rocas
    o se ara con bueyes el mar?
Pero ustedes han convertido el derecho en veneno,
    y en amargura el fruto de la justicia.
13 Ustedes se regocijan por la conquista de Lo Debar[c]
    y agregan: «¿No fue con nuestras propias fuerzas
    como nos apoderamos de Carnayin?[d]

14 »Por tanto, pueblo de Israel,
    voy a levantar contra ti a una nación
que te oprimirá desde Lebó Jamat[e]
    hasta el torrente del Arabá»,
    afirma el Señor, el Dios de los Ejércitos.

Apocalipsis 7

Los 144 000 sellados

Después de esto vi a cuatro ángeles en los cuatro ángulos de la tierra. Estaban allí de pie, deteniendo los cuatro vientos para que estos no soplaran sobre la tierra, el mar y los árboles. Vi también a otro ángel que venía del oriente con el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles a quienes se les había permitido hacer daño a la tierra y al mar: «¡No hagan daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que hayamos puesto un sello en la frente de los siervos de nuestro Dios!». Y oí el número de los que fueron sellados: ciento cuarenta y cuatro mil de todas las tribus de Israel.

De la tribu de Judá fueron sellados doce mil;

de la tribu de Rubén, doce mil;

de la tribu de Gad, doce mil;

de la tribu de Aser, doce mil;

de la tribu de Neftalí, doce mil;

de la tribu de Manasés, doce mil;

de la tribu de Simeón, doce mil;

de la tribu de Leví, doce mil;

de la tribu de Isacar, doce mil;

de la tribu de Zabulón, doce mil;

de la tribu de José, doce mil;

de la tribu de Benjamín, doce mil.

La gran multitud con túnicas blancas

Después de esto miré y apareció una multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas; era tan grande que nadie podía contarla. Estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos de ropas blancas y con ramas de palma en la mano. 10 Proclamaban a gran voz:

«¡La salvación viene de nuestro Dios
que está sentado en el trono
y del Cordero!».

11 Todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivientes. Se postraron rostro en tierra delante del trono y adoraron a Dios 12 diciendo:

«¡Amén!
La alabanza, la gloria,
la sabiduría, la acción de gracias,
la honra, el poder y la fortaleza
son de nuestro Dios por los siglos de los siglos.
¡Amén!».

13 Entonces uno de los ancianos me preguntó:

—Esos que están vestidos de blanco, ¿quiénes son y de dónde vienen?

14 —Eso tú lo sabes, mi señor —respondí.

Él me dijo:

—Aquellos son los que están saliendo de la gran tribulación;
    han lavado y blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero.
15 Por eso están delante del trono de Dios,
    y día y noche le sirven en su templo;
el que está sentado en el trono
    les dará refugio con su presencia.[a]
16 Ya no sufrirán hambre ni sed.
    No los abatirá el sol ni ningún calor abrasador.
17 Porque el Cordero que está en el trono los gobernará
    y los guiará a fuentes de agua viva,
y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.

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