Añadir traducción en paralelo Imprimir Opciones de la página

Jesús enseña sobre el divorcio

10 Jesús salió del pueblo de Cafarnaúm, y se fue a la región de Judea y a los lugares que están al este del río Jordán. Una vez más, mucha gente se reunió a su alrededor y, como siempre, Jesús empezó a enseñar.

Unos fariseos se acercaron a él para ponerle una trampa, y le preguntaron:

—¿Puede un hombre divorciarse de su esposa?

Jesús les respondió:

—¿Qué les mandó hacer Moisés?

Ellos dijeron:

—Moisés permitió al esposo escribir un certificado de divorcio y echar de la casa a su esposa.

Entonces Jesús dijo:

—Si Moisés les dejó escrito ese mandamiento, es porque ustedes son muy tercos. Pero desde el principio Dios hizo al hombre y a la mujer para que vivieran juntos. Por eso el hombre tiene que dejar a su padre y a su madre para casarse y vivir con su mujer. Los dos vivirán como si fueran una sola persona. Así que, los que se casan ya no viven como dos personas separadas, sino como si fueran una sola persona. Si Dios ha unido a un hombre y a una mujer, nadie debe separarlos.

10 Más tarde, cuando ya estaban en casa, los discípulos preguntaron de nuevo a Jesús acerca del divorcio. 11 Él les respondió: «Si un hombre se divorcia de su esposa y se casa con otra mujer, comete pecado, pues sería infiel a su esposa. 12 Y si la mujer deja a su esposo y se casa con otro hombre, también comete el mismo pecado.»

Jesús bendice a los niños

13 Hubo quienes llevaron a sus niños para que Jesús los tocara y los bendijera. Pero los discípulos las regañaron.

14 Al ver Jesús lo que estaban haciendo sus discípulos, se enojó con ellos y les dijo:

«Dejen que los niños se acerquen a mí. No se lo impidan, porque el reino de Dios es de los que son como ellos. 15 Les aseguro que quien no confía en Dios como lo hace un niño, no puede ser parte del reino de Dios.»

16 Jesús tomó en sus brazos a los niños y, poniendo sus manos sobre ellos, los bendijo.

El hombre rico

17 Mientras Jesús iba de camino, un hombre llegó corriendo, se arrodilló delante de él y le preguntó:

—Maestro bueno, dime, ¿qué debo hacer para tener vida eterna?

18 Jesús le contestó:

—¿Por qué dices que soy bueno? Sólo Dios es bueno. 19 Tú conoces bien los mandamientos: No mates, no seas infiel en tu matrimonio, no robes, no mientas para hacerle daño a otra persona, no hagas trampas, obedece y cuida a tu padre y a tu madre.

20 El hombre le dijo:

—Maestro, todos esos mandamientos los he obedecido desde que era niño.

21 Jesús lo miró con amor y le dijo:

—Sólo te falta hacer una cosa. Ve y vende todo lo que tienes, y reparte ese dinero entre los pobres. Así, Dios te dará un gran premio en el cielo. Después de eso, ven y conviértete en uno de mis seguidores.

22 Al oír esto, el hombre se puso muy triste y se fue desanimado, porque era muy rico.

23 Jesús miró a su alrededor y dijo a sus discípulos:

—¡Es muy difícil que una persona rica acepte a Dios como su rey!

24 Los discípulos se sorprendieron al oír eso, pero Jesús volvió a decirles:

—Amigos, ¡es muy difícil entrar en el reino de Dios! 25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que una persona rica entre en el reino de Dios.

26 Los discípulos se sorprendieron mucho al oír lo que Jesús dijo, y comentaban entre ellos:

—Entonces, ¿quién podrá salvarse?

27 Jesús los miró y les dijo:

—Para los seres humanos eso es imposible, pero todo es posible para Dios.

28 Pedro le dijo:

—Recuerda que nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y te hemos seguido.

29 Jesús les respondió:

—Les aseguro que quien haya dejado algo por seguirme y por anunciar las buenas noticias, recibirá su premio. Si dejó a sus hermanos o hermanas, a su padre o a su madre, a sus hijos, su casa o algún terreno, 30 recibirá en esta vida cien veces más casas, terrenos y familiares, aunque también será maltratado por sus enemigos. Y cuando muera, vivirá con Dios para siempre; 31 pero muchos que ahora son importantes, serán los menos importantes; y muchos que ahora no son importantes, serán los más importantes.

Jesús habla otra vez de su muerte

32 Los discípulos iban confundidos, mientras Jesús caminaba delante de ellos hacia Jerusalén. Por su parte, los otros seguidores estaban llenos de miedo. Jesús volvió a reunirse a solas con los doce discípulos, y les contó lo que le iba a pasar:

33 «Como pueden ver, ahora vamos a Jerusalén. Y a mí, el Hijo del hombre, me entregarán a los sacerdotes principales y a los maestros de la Ley. Me condenarán a muerte y me entregarán a los enemigos de nuestro pueblo, 34 para que se burlen de mí, y para que me escupan en la cara y me maten; pero después de tres días resucitaré.»

La petición de Santiago y de Juan

35 Sus discípulos Santiago y Juan, que eran hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron:

—Maestro, queremos que nos hagas un favor.

36 Jesús les preguntó:

—¿Qué es lo que quieren?

37 Ellos le contestaron:

—Por favor, cuando estés en tu reino poderoso, déjanos sentarnos a tu lado, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.[a]

38 Jesús respondió:

—Ustedes no saben lo que piden. ¿Están dispuestos a sufrir todo lo malo que va a pasarme?

39 Ellos dijeron:

—Sí, lo estamos.

Jesús les dijo:

—Les aseguro que ustedes sufrirán mucho, igual que yo. 40 Pero sólo Dios decide quiénes serán los más importantes en mi reino. Eso no lo decido yo.

41 Cuando los otros diez discípulos supieron lo que Santiago y Juan habían pedido, se enojaron con ellos. 42 Entonces Jesús los llamó a todos y les dijo:

—Ustedes saben que los que se sienten jefes y grandes señores se portan como los amos del mundo e imponen su autoridad sobre todos. 43 Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, si alguien quiere ser importante, tendrá que servir a los demás. 44 Si alguno quiere ser el primero, deberá ser el esclavo de todos. 45 Yo, el Hijo del hombre, soy así. No vine a este mundo para que me sirvan, sino para servir a los demás. Vine para liberar a la gente que es esclava del pecado, y para lograrlo pagaré con mi vida.

Jesús y el ciego Bartimeo

46 Jesús y sus discípulos pasaron por la ciudad de Jericó, y al salir de allí mucha gente los siguió. Junto al camino estaba sentado un ciego que pedía limosna. Se llamaba Bartimeo hijo de Timeo. 47 Cuando Bartimeo oyó que Jesús de Nazaret estaba pasando por allí, empezó a gritar:

—Jesús, tú que eres el Mesías, ¡ten compasión de mí y ayúdame!

48 La gente comenzó a reprender al ciego para que se callara, pero él gritaba con más fuerza todavía:

—Señor, tú que eres el Mesías, ¡ten compasión de mí y ayúdame!

49 Entonces Jesús se detuvo y dijo:

—Llámenlo.

La gente llamó al ciego y le dijo:

—¡No tengas miedo! Ven, que Jesús te llama.

50 El ciego tiró su manto, y de un salto se puso de pie y se acercó a Jesús. 51 Jesús le dijo:

—¿Qué quieres que haga por ti?

El ciego respondió:

—Maestro, haz que pueda yo ver de nuevo.

52 Jesús le dijo:

—Puedes irte; estás sano porque confiaste en Dios.

En ese momento, el ciego pudo ver de nuevo, y siguió a Jesús por el camino.

Jesús entra en Jerusalén

11 Jesús y sus discípulos llegaron al Monte de los Olivos, cerca de los pueblos de Betfagé y Betania, y de la ciudad de Jerusalén. Allí, Jesús dijo a dos de sus discípulos:

«Vayan a ese pueblo que se ve desde aquí. Tan pronto como entren, van a encontrar un burro atado, que nunca ha sido montado. Desátenlo y tráiganlo. Si alguien les pregunta por qué lo están desatando, respondan: “El Señor lo necesita y pronto lo devolverá.”»

Los discípulos fueron al pueblo. Allí encontraron un burro atado en la calle, y lo desataron.

Algunas personas que estaban por allí les preguntaron: «¿Qué están haciendo? ¿Por qué desatan al burro?»

Los discípulos contestaron lo que Jesús les había dicho. Y entonces aquéllos los dejaron ir. Luego pusieron sus mantos sobre el burro, lo llevaron a donde estaba Jesús, y Jesús se montó sobre él.

Mucha gente empezó a extender sus mantos sobre el camino por donde iba a pasar Jesús. Algunos cortaban ramas de los árboles del campo, y también las ponían en el suelo como alfombra. Y toda la gente, tanto la que iba delante de Jesús como la que iba detrás, gritaba:

«¡Sálvanos!

¡Bendito tú, que vienes en el nombre de Dios!

10 ¡Que Dios bendiga el futuro reinado
de nuestro antepasado David!

Por favor, ¡sálvanos, Dios altísimo!»

11 Cuando Jesús entró en Jerusalén, fue al templo y se puso a ver cómo estaba todo. Pero como ya era tarde, se fue con sus discípulos al pueblo de Betania.

Jesús y la higuera

12 Al día siguiente, Jesús y sus discípulos salieron de Betania. En el camino, Jesús tuvo hambre. 13 A lo lejos vio una higuera que tenía hojas pero, cuando se acercó, no encontró ningún higo para comer. El árbol sólo tenía hojas, porque todavía no era época de higos. 14 Entonces Jesús le dijo al árbol: «¡Que nadie vuelva a comer de tus higos!» Y sus discípulos lo oyeron.

Jesús y los comerciantes del templo

15 Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el templo y empezó a sacar de allí a los que estaban vendiendo y comprando. Derribó las mesas de los que cambiaban dinero de otros países por dinero del templo, y también derribó los cajones de los que vendían palomas. 16 Y Jesús no dejaba que nadie anduviera por el templo llevando cosas. 17 Luego se puso a enseñar a la gente y le dijo: «Dios dice en la Biblia: “Mi casa será llamada ‘Casa de oración para todos los pueblos’.” Pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones.»

18 Cuando los sacerdotes principales y los maestros de la Ley escucharon a Jesús, empezaron a buscar la forma de matarlo. Y es que le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada por lo que enseñaba.

19 Al llegar la noche, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad.

La lección de la higuera

20 A la mañana siguiente, Jesús y sus discípulos pasaron junto a la higuera, y vieron que se había secado hasta la raíz.

21 Pedro recordó lo que había pasado el día anterior, y le dijo a Jesús:

—Maestro, ¡mira! El árbol que maldijiste está seco.

22 Jesús les dijo:

—Confíen en Dios. 23-24 Les aseguro que, si tienen confianza y no dudan del poder de Dios, todo lo que pidan en sus oraciones sucederá. Si le dijeran a esta montaña: “Quítate de aquí y échate en el mar”, así sucedería. Sólo deben creer que ya está hecho lo que han pedido.

25-26 »Cuando oren, perdonen todo lo malo que otra persona les haya hecho. Así Dios, su Padre que está en el cielo, les perdonará a ustedes todos sus pecados.

La autoridad de Jesús

27 Después volvieron a entrar en Jerusalén. Y mientras Jesús caminaba por el templo, se le acercaron los sacerdotes principales, los maestros de la Ley y los líderes del país, 28 para preguntarle:

—¿Quién te dio autoridad para hacer todo esto?

29-30 Jesús les dijo:

—Yo también voy a preguntarles algo: ¿Quién le dio autoridad a Juan el Bautista para bautizar? ¿Dios, o alguna otra persona? Si me contestan eso, yo les diré quién me dio autoridad para hacer todo lo que han visto.

31 Ellos comenzaron a discutir, y se decían unos a otros: «Si contestamos que Dios le dio autoridad a Juan, Jesús nos preguntará por qué no le creímos. 32 Pero tampoco podemos decir que fue un ser humano quien se la dio.»

No querían decir eso, porque tenían miedo de la gente; pues todos creían que Juan era un profeta enviado por Dios. 33 Por eso le respondieron a Jesús:

—No lo sabemos.

Entonces Jesús les dijo:

—Pues yo tampoco les diré quién me da autoridad para hacer todo esto.

La viña alquilada

12 Jesús comenzó por ponerles el siguiente ejemplo:

«Un hombre sembró una viña y construyó un cerco alrededor de ella. También preparó un lugar para hacer vino con las uvas que cosechara, y construyó una torre para vigilar el terreno. Luego, alquiló la viña a unos hombres y se fue de viaje.

»Cuando llegó el tiempo de la cosecha, el dueño de la viña envió a un sirviente para pedir la parte de la cosecha que le correspondía. Pero los que alquilaron la viña golpearon al sirviente y lo enviaron con las manos vacías.

»El dueño volvió a enviar a otro sirviente, pero los hombres lo insultaron y lo golpearon en la cabeza.

»Envió luego a un tercer sirviente, y a ése lo mataron. Después envió a muchos otros sirvientes; a unos los golpearon y a otros los mataron.

»Sólo le quedaba su hijo, a quien amaba mucho. Finalmente decidió enviarlo, pues pensó: “A mi hijo sí lo respetarán”.

»Pero los hombres que alquilaron la viña se dijeron unos a otros: “Este muchacho es el que heredará la viña cuando el dueño muera. Vamos a matarlo; así nos quedaremos con todo.”

»Entonces los hombres agarraron al muchacho, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera del terreno.

»¿Qué piensan ustedes que hará el dueño de la viña? Yo se lo voy a decir: irá a la viña, matará a esos hombres, y luego dará la viña a otras personas.

10 »¿No recuerdan lo que dice la Biblia?:

“La piedra que rechazaron
los constructores del templo
es ahora la piedra principal.
11 Esto nos deja maravillados,
pues Dios es quien lo hizo.”»

12 Los sacerdotes principales, los maestros de la Ley y los líderes del país se dieron cuenta de que Jesús había hecho esa comparación para hablar de ellos, y quisieron arrestarlo. Pero no se atrevieron a hacerlo porque tenían miedo de la gente. Entonces lo dejaron y se fueron.

Una trampa para Jesús

13 Después mandaron a algunos de los fariseos y a unos partidarios del rey Herodes,[b] para ponerle a Jesús una trampa. 14 Ellos fueron y le dijeron:

—Maestro, sabemos que siempre dices la verdad. No te importa lo que digan los demás acerca de tus enseñanzas, porque siempre insistes en que debemos obedecer a Dios en todo. Dinos qué opinas. ¿Está bien que le paguemos impuestos al emperador de Roma?

15 Como Jesús sabía que ellos eran unos hipócritas, les respondió:

—¿Por qué quieren ponerme una trampa? Tráiganme una de las monedas que se usan para pagar el impuesto.

16 Entonces ellos le llevaron una moneda de plata, y Jesús les preguntó:

—¿De quién es la imagen que está en la moneda? ¿De quién es el nombre escrito en ella?

Ellos contestaron:

—Del emperador de Roma.

17 Jesús les dijo:

—Denle entonces al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios.

Al escuchar la respuesta de Jesús, todos quedaron muy asombrados.

Los saduceos hablan con Jesús

18 Unos saduceos fueron a ver a Jesús y, como no creían que los muertos pueden volver a vivir, le preguntaron:

19 —Maestro, Moisés escribió que, si un hombre muere sin tener hijos con su esposa, el hermano de ese hombre debe casarse con esa mujer y tener hijos con ella. De acuerdo con la ley, esos hijos son del hermano muerto y llevan su nombre.

20 »Pues bien, aquí vivían siete hermanos. El mayor se casó, y tiempo después murió sin tener hijos. 21 Entonces el segundo hermano se casó con la mujer que dejó el mayor, pero al poco tiempo también él murió sin tener hijos. Con el tercer hermano pasó lo mismo. 22 Y así pasó con los siete hermanos. Finalmente, murió la mujer.

23 »Ahora bien, cuando Dios haga que todos los muertos vuelvan a vivir, ¿de quién será esposa esta mujer, si estuvo casada con los siete?

24 Jesús les contestó:

—Ustedes están equivocados. No saben lo que dice la Biblia, ni conocen el poder de Dios. 25 Cuando Dios haga que los muertos vuelvan a vivir, nadie se va a casar, porque todos serán como los ángeles del cielo. 26 Y en cuanto a si los muertos vuelven a vivir, ustedes pueden leer en la Biblia la historia de la zarza. Allí, Dios le dijo a Moisés: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus antepasados.” 27 Por tanto, Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para Dios todos ellos están vivos. ¡Qué equivocados están ustedes!

Los dos mandamientos más importantes

28 Uno de los maestros de la Ley escuchó la conversación entre Jesús y los saduceos. Al ver que Jesús les respondió muy bien, se acercó y le preguntó:

—¿Cuál es el mandamiento más importante de todos?

29 Jesús le contestó:

—El primero y más importante de los mandamientos es el que dice así: “¡Escucha, pueblo de Israel! Nuestro único Dios es el Dios de Israel. 30 Ama a tu Dios con todo lo que piensas, con todo lo que eres y con todo lo que vales.” 31 Y el segundo mandamiento en importancia es: “Cada uno debe amar a su prójimo, como se ama a sí mismo.” Ningún otro mandamiento es más importante que estos dos.

32 El maestro de la Ley le dijo:

—Muy bien, Maestro. Lo que dices es cierto: sólo Dios es nuestro dueño, y no hay otro como él. 33 Debemos amarlo con todo nuestro ser, y amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos. Estos mandamientos son más importantes que cumplir con todos los ritos y deberes religiosos.

34 Como Jesús vio que el maestro de la Ley le dio una buena respuesta, le dijo:

—No estás lejos del reino de Dios.

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

La pregunta acerca del Mesías

35 Mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó:

«¿Por qué dicen los maestros de la Ley que el Mesías será de la familia del rey David? 36 Recuerden que el Espíritu Santo dijo lo siguiente a través de David:

“Dios le dijo a mi Señor el Mesías:
‘Siéntate a la derecha de mi trono,
hasta que yo derrote a tus enemigos.’”

37 »A ver, explíquenme: ¿Por qué el rey David llama Señor al Mesías? ¿Cómo puede el Mesías ser su descendiente? ¡Hasta David lo considera más importante que él mismo!»

Había allí mucha gente, y todos escuchaban a Jesús con agrado.

Jesús advierte a la gente y a sus discípulos

38 Jesús siguió enseñando y les dijo:

«¡Cuídense de los maestros de la Ley! A ellos les gusta vestirse como gente importante, y que en el mercado los saluden con mucho respeto. 39 Cuando van a una fiesta o a la sinagoga, les gusta ocupar los mejores asientos. 40 ¡Y son ellos los que roban las casas de las viudas, y luego hacen oraciones muy largas! Pero Dios los castigará más duro que a los demás.»

La ofrenda de la viuda pobre

41 Un día, Jesús estaba en el templo, y se sentó frente a las cajas de las ofrendas. Allí veía cómo la gente echaba dinero en ellas. Mucha gente rica echaba grandes cantidades de dinero. 42 En eso llegó una viuda pobre, y echó en una de las cajas dos moneditas de poquísimo valor. 43 Entonces Jesús dijo a sus discípulos:

—Les aseguro que esta viuda pobre dio más que todos los ricos. 44 Porque todos ellos dieron de lo que les sobraba, pero ella, que es tan pobre, dio todo lo que tenía para vivir.

El templo será destruido

13 Al salir del templo, uno de los discípulos le dijo a Jesús:

—Maestro, ¡mira qué piedras, y qué edificios más hermosos!

Jesús le respondió:

—¿Ves estos grandes edificios? Pues de ellos no va a quedar en pie ni una pared. Todo será destruido.

Prepárense para el fin

Después, Jesús y sus discípulos se fueron al Monte de los Olivos, que está frente al templo. Jesús se sentó y, cuando estaban solos, Pedro, Santiago, Juan y Andrés le preguntaron:

—¿Cuándo será destruido el templo? ¿Qué cosas servirán de señal para indicar que todo eso está por suceder?

Jesús les respondió:

—¡Cuidado! No se dejen engañar. Muchos vendrán y se harán pasar por mí, y le dirán a la gente: “Yo soy el Mesías”. Usarán mi nombre y lograrán engañar a muchos.

»Ustedes no se asusten si oyen decir que algunos países están en guerra, y que otros países están a punto de pelearse. Eso tiene que pasar, pero todavía no será el fin del mundo. Porque los países pelearán unos contra otros, la gente no tendrá qué comer, y habrá terremotos en muchos lugares. Eso será sólo el principio de todo lo que el mundo sufrirá.

»Tengan cuidado, porque los entregarán a las autoridades y los golpearán en las sinagogas. Los llevarán ante los gobernadores y los reyes para que hablen de mí ante ellos, porque ustedes son mis discípulos. 10 Antes de que llegue el fin del mundo, en todos los países de la tierra deberán anunciarse las buenas noticias del reino.

11 »Cuando los entreguen a las autoridades y los lleven a juicio, no se preocupen por lo que habrán de decir para defenderse. En ese momento, Dios les indicará lo que deben decir. Ustedes no son los que van a hablar, sino que el Espíritu Santo hablará por ustedes.

12 »Los hermanos se traicionarán unos a otros. Cada uno entregará al otro para que lo maten. Los padres traicionarán a sus hijos, y los hijos atacarán a sus padres y los matarán. 13 ¡Todo el mundo los odiará a ustedes por ser mis discípulos! Pero yo salvaré al que confíe en mí hasta el final.

Una señal para huir

14 »El que lea esto debe tratar de entender lo que digo. Cuando vean que se presenta una ofrenda asquerosa en el lugar donde no debe ser,[c] huyan de inmediato. Los que estén en la región de Judea, que corran hacia las montañas; 15 el que esté en la azotea de su casa, que no baje a sacar nada; 16 y el que esté en el campo, que no vaya a su casa a buscar ropa. 17 Las mujeres que en ese momento estén embarazadas van a sufrir mucho. ¡Pobres de las que tengan hijos recién nacidos! 18 Oren a Dios y pídanle que esto no suceda en el invierno, 19 porque la gente sufrirá muchísimo en esos días. Desde que Dios creó el mundo hasta ahora, la gente nunca ha sufrido tanto como sufrirá ese día, ni jamás volverá a sufrir así. 20 Dios ama a las personas que él ha elegido, y por eso el tiempo de sufrimiento no será muy largo. Si no fuera así, todos morirían.

21 »Si en esos días alguien les dice: “Miren, aquí está el Mesías”, o “allí está el Mesías”, no le crean. 22 Porque vendrán falsos mesías y falsos profetas, y harán cosas tan maravillosas que engañarán a la gente. Si pueden, engañarán también a los que Dios ha llamado a seguirlo. 23 ¡Tengan cuidado! Ya les he advertido de todo esto antes de que pase.

El regreso del Hijo del hombre

24 »Cuando haya pasado ese tiempo de sufrimiento,
el sol se pondrá oscuro;
la luna dejará de brillar.
25 Las estrellas se caerán,
y temblarán los poderes del cielo.

26 »Entonces me verán a mí, el Hijo del hombre, venir en las nubes del cielo con mucho poder y gloria. 27 Y enviaré por todo el mundo a mis ángeles, para que reúnan a mis seguidores.

La lección de la higuera

28 »Aprendan la enseñanza que da la higuera. Cuando a este árbol le salen ramas tiernas y hojas nuevas, ustedes saben que ya se acerca el verano. 29 Del mismo modo, cuando vean que todo está pasando como les he dicho, sabrán que pronto vendré de nuevo. 30 Les aseguro que todo esto pasará antes de que mueran algunos de los que ahora están vivos. 31 El cielo y la tierra dejarán de existir, pero mis palabras permanecerán para siempre.

32 »Nadie sabe el día ni la hora en que yo vendré; no lo saben ni siquiera los ángeles del cielo. Es más, ni yo lo sé. Dios es el único que lo sabe.

33 »Por eso, tengan cuidado y estén alerta, porque no saben cuándo volveré.

34 »Sucede lo mismo que cuando un hombre decide irse de viaje. Llama a sus empleados y les encarga que le cuiden la casa. A cada uno le encarga un trabajo, y al portero le ordena que vigile. 35 Ellos se mantienen alerta porque no saben si el dueño de la casa va a llegar en la tarde o en la mañana, a media noche o en la madrugada. De igual modo, ustedes deben estar alerta, 36 pues yo podría venir de repente y encontrarlos durmiendo. 37 Lo que les digo a ustedes, se lo digo a todo el mundo: ¡Estén siempre alerta, vigilen todo el tiempo!

Un plan contra Jesús

14 Faltaban dos días para que se celebrara la fiesta de la Pascua. A esta fiesta también se le llamaba fiesta de los panes sin levadura. En esos días, los sacerdotes principales y los maestros de la Ley buscaban la manera de engañar a Jesús, para poder arrestarlo y matarlo. Decían entre ellos: «Vamos a hacerlo, pero no durante la fiesta, no sea que la gente se alborote y se ponga en contra de nosotros.»

Una mujer derrama perfume sobre Jesús

Jesús estaba en el pueblo de Betania, en casa de Simón, el que había tenido lepra. Mientras Jesús comía, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro. Se acercó a él, rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.

Algunos de los que estaban allí se enojaron y dijeron: «¡Qué desperdicio tan grande! Ese perfume se hubiera podido vender por trescientas monedas de plata, y con el dinero podríamos haber ayudado a muchos pobres.»

Y se pusieron a criticar a la mujer, pero Jesús les dijo:

«¡Déjenla tranquila! ¿Por qué la molestan? Ella hizo por mí algo bueno. Cerca de ustedes siempre habrá gente pobre, y podrán ayudarla cuando lo deseen. Pero muy pronto ya no estaré con ustedes. Esta mujer hizo lo único que podía hacer: derramó perfume sobre mi cabeza, sin saber que estaba preparando mi cuerpo para mi entierro. Les aseguro que esto que ella hizo, se recordará en todos los lugares donde se anuncien las buenas noticias de Dios.»

Judas traiciona a Jesús

10 Judas Iscariote, uno de los doce discípulos, fue a ver a los sacerdotes principales y les prometió ayudarlos para arrestar a Jesús. 11 Ellos se alegraron al oír esto, y le ofrecieron dinero. Y desde ese momento, Judas buscaba una buena oportunidad para entregarles a Jesús.

Una cena inolvidable

12 En el primer día de la fiesta de los panes sin levadura se sacrificaba el cordero de la Pascua. Ese día, los discípulos le preguntaron a Jesús:

—¿Dónde quieres que preparemos la cena de la Pascua?

13-14 Jesús les dijo a dos de ellos:

—Vayan a Jerusalén; allí verán a un hombre que lleva un jarrón de agua. Síganlo hasta la casa donde entre, y díganle al dueño de la casa: “El Maestro quiere saber dónde está la sala en la que va a comer con sus discípulos en la noche de la Pascua.” 15 Él les mostrará una sala grande y arreglada en el piso de arriba. Preparen allí todo.

16 Los dos discípulos fueron a la ciudad y encontraron todo tal como Jesús les había dicho, y prepararon la cena de la Pascua.

17 Al anochecer, Jesús y los doce discípulos fueron al salón. 18 Mientras cenaban, Jesús dijo:

—El que va a entregarme a mis enemigos, está aquí cenando conmigo.

19 Los discípulos se pusieron muy tristes, y cada uno le dijo:

—No estarás acusándome a mí, ¿verdad?

20 Jesús respondió:

—Es uno de ustedes, y ahora mismo está mojando su pan en el mismo plato que yo. 21 La Biblia dice claramente que yo, el Hijo del hombre, tengo que morir. Sin embargo, al que me traiciona va a pasarle algo muy terrible. ¡Más le valdría no haber nacido!

22 Mientras estaban comiendo, Jesús tomó un pan y dio gracias a Dios. Luego lo partió, lo dio a sus discípulos y les dijo:

«Tomen, esto es mi cuerpo.»

23 Después tomó una copa llena de vino y dio gracias a Dios. Luego la pasó a los discípulos, y todos bebieron de ella. 24 Jesús les dijo:

«Esto es mi sangre, y con ella Dios hace un trato con todos ustedes. Esta sangre servirá para que muchos puedan ser salvos. 25 Será la última vez que yo beba este vino con ustedes. Pero cuando estemos juntos otra vez en el reino de Dios, entonces beberemos del vino nuevo.»

Pedro promete no dejar a Jesús

26 Después cantaron un himno y se fueron al Monte de los Olivos, 27 y cuando llegaron, Jesús dijo a sus discípulos:

—Todos ustedes van a perder su confianza en mí. Porque la Biblia dice:

“Mataré a mi mejor amigo,
y así mi pueblo se dispersará.”

28 »Pero después de que Dios me devuelva la vida, iré a Galilea antes que ustedes.

29 Entonces Pedro le dijo:

—Aunque todos te abandonen, yo no te abandonaré.

30 Jesús le respondió:

—Pedro, no estés muy seguro de eso; antes de que el gallo cante dos veces, tú habrás dicho tres veces que no me conoces.

31 Pero Pedro insistió:

—Aunque tenga que morir, nunca diré que no te conozco.

Los demás discípulos decían lo mismo.

Jesús ora con mucha tristeza

32 Jesús y sus discípulos fueron a un lugar llamado Getsemaní, y él les dijo: «Quédense aquí mientras yo voy a orar.»

33 Jesús invitó a Pedro, a Santiago y a Juan, para que lo acompañaran. Empezó a sentirse muy, pero muy triste, 34 y les dijo a los tres: «Estoy muy triste, y siento que me voy a morir; quédense aquí y no se duerman.»

35-36 Jesús se alejó un poco de ellos, se arrodilló y oró a Dios: «¡Padre!, ¡papá!, si fuera posible, no me dejes sufrir. Para ti todo es posible. ¡Cómo deseo que me libres de este sufrimiento! Pero que no suceda lo que yo quiero, sino lo que quieras tú.»

37 Jesús regresó a donde estaban los tres discípulos, y los encontró durmiendo. Entonces le dijo a Pedro:

«Simón, ¿te has quedado dormido? ¿No pudiste quedarte despierto ni una hora? 38 No se duerman; oren para que puedan resistir la prueba que se acerca. Ustedes quieren hacer lo bueno, pero no pueden hacerlo con sus propias fuerzas.»

39 Jesús se apartó otra vez, y repitió la misma oración. 40 Cuando regresó a donde estaban los tres discípulos, otra vez los encontró dormidos, pues estaban muy cansados. Jesús los despertó, pero ellos no sabían qué decir. 41 Luego fue a orar por tercera vez, y cuando volvió les dijo: «¿Siguen descansando y durmiendo? ¡Levántense! Ya vienen los hombres malvados para arrestarme a mí, el Hijo del hombre. 42 Levántense y vengan conmigo, que allí viene el que me va a entregar.»

Los enemigos apresan a Jesús

43 Todavía estaba hablando Jesús cuando llegó Judas, uno de los doce discípulos. Con él venían muchos hombres armados con cuchillos y palos. Los sacerdotes principales, los maestros de la Ley y los líderes judíos los habían enviado. 44 Judas ya les había dicho: «Al que yo bese, ése es Jesús. Arréstenlo y llévenselo bien atado.»

45 Judas se acercó a Jesús y le dijo: «¡Maestro!» Y lo besó.

46 Los hombres arrestaron a Jesús. 47 Pero uno de los que estaban allí sacó su espada, y le cortó una oreja al sirviente del jefe de los sacerdotes.

48 Luego Jesús preguntó a la gente:

—¿Por qué han venido con cuchillos y palos, como si fuera yo un criminal? 49 Todos los días estuve enseñando en el templo, y allí nunca me apresaron. Pero todo esto debe suceder así, para que se cumpla lo que dice la Biblia.

50 En ese momento, todos los discípulos abandonaron a Jesús y huyeron. 51 Uno de ellos era un joven que estaba cubierto sólo con una sábana. Cuando los soldados lo apresaron, 52 él dejó tirada la sábana y escapó desnudo.

El juicio contra Jesús

53-54 Pedro siguió a Jesús desde lejos, y llegó hasta el patio del palacio del jefe de los sacerdotes. Allí se sentó con los guardias junto al fuego, para calentarse.

Mientras tanto, los que habían arrestado a Jesús lo llevaron ante el jefe de los sacerdotes. Allí estaban reunidos los sacerdotes principales, los líderes judíos y los maestros de la Ley.

55 Los sacerdotes principales y todos los miembros de la Junta Suprema buscaban a alguien que acusara a Jesús, para poder condenarlo a muerte; pero no lo encontraban. 56 Muchos vinieron con mentiras en contra de Jesús, pero se contradecían entre ellos. 57 Algunos se pusieron en pie y mintieron diciendo: 58 «Nosotros oímos a Jesús decir que él iba a destruir este templo que nosotros hicimos. Él mismo dijo que en tres días iba a construir otro templo, sin la ayuda de nadie.» 59 Pero ni en eso se ponían de acuerdo los que acusaban a Jesús.

60 Entonces el jefe de los sacerdotes se puso de pie y le preguntó a Jesús:

—¿Oíste bien de qué te acusan? ¿Qué puedes decir para defenderte?

61 Pero Jesús no respondió nada, sino que se quedó callado.

El jefe de los sacerdotes volvió a preguntarle:

—¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Dios que todos adoran?

62 Jesús le respondió:

—Así es. Y ustedes verán cuando yo, el Hijo del hombre, venga en las nubes del cielo con el poder y la autoridad que me da el Dios todopoderoso.

63-64 Al escuchar esto, el jefe de los sacerdotes se rasgó la ropa en demostración de enojo, y dijo:

—¿Qué les parece? ¿Qué deciden? Dice que él es Dios. ¡Ya no necesitamos más pruebas!

Y todos estuvieron de acuerdo en que Jesús debía morir. 65 Algunos empezaron a escupir a Jesús. Le tapaban los ojos, lo golpeaban y le decían: «¡Adivina quién te pegó!»

Luego, los soldados del templo se hicieron cargo de Jesús y lo recibieron a bofetadas.

Pedro niega que conoce a Jesús

66 Mientras pasaba todo esto, Pedro estaba en el patio del palacio. De pronto llegó una sirvienta del jefe de los sacerdotes, 67 y vio a Pedro calentándose junto al fuego; lo miró fijamente y le dijo:

—Tú siempre estabas con Jesús, el hombre de Nazaret.

68 Pedro respondió:

—Eso no es cierto; ¡no sé de qué me hablas!

Y se fue a la entrada del patio. En ese momento el gallo cantó. 69 Un poco más tarde, la sirvienta volvió a ver a Pedro, y dijo a los que estaban allí:

—Este hombre es uno de los seguidores de Jesús.

70 Pedro volvió a negarlo.

Un poco más tarde, algunos de los que estaban por allí le dijeron a Pedro:

—Estamos seguros de que tú eres uno de los seguidores de Jesús; tú también eres de la región de Galilea.

71 Pedro les contestó con más fuerza:

—¡Ya les dije que no conozco a ese hombre! ¡Que Dios me castigue si no estoy diciendo la verdad!

72 En ese momento, el gallo cantó por segunda vez, y Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: «Antes de que el gallo cante dos veces, tú habrás dicho tres veces que no me conoces.» Y Pedro se puso a llorar con mucha tristeza.

Jesús y Pilato

15 Al amanecer, los sacerdotes principales, los líderes del país y los maestros de la Ley se reunieron con los miembros de la Junta Suprema. Terminada la reunión, ataron a Jesús, lo sacaron del palacio de Caifás y lo entregaron a Poncio Pilato, el gobernador romano.

Pilato le preguntó a Jesús:

—¿Eres en verdad el rey de los judíos?

Jesús respondió:

—Tú lo dices.

Los sacerdotes principales presentaban muchas acusaciones contra Jesús. Por eso, Pilato volvió a preguntarle:

—Mira, te acusan de muchas cosas. ¿No vas a defenderte?

Y como Jesús no le respondía, el gobernador se quedó asombrado.

¡Que lo claven en una cruz!

Durante la fiesta de la Pascua, Pilato tenía la costumbre de poner en libertad a alguno de los presos, el que el pueblo quisiera. En ese tiempo estaba encarcelado un bandido muy famoso, que se llamaba Barrabás. Junto con otros había matado a alguien durante un gran pleito que se armó en contra del gobierno de Roma.

La gente fue a ver a Pilato y empezó a pedirle que dejara libre a un prisionero, como era su costumbre. 9-10 Y como Pilato sabía que los sacerdotes principales habían entregado a Jesús sólo por envidia, le preguntó a la gente:

—¿Quieren que deje libre al rey de los judíos?

11 Pero los sacerdotes principales alborotaron a la gente para que pidiera la liberación de Barrabás.

12 Pilato volvió a preguntar:

—¿Y qué quieren que haga con el hombre que ustedes llaman “el rey de los judíos”?

13 —¡Clávalo en una cruz! —contestaron a coro.

14 Pilato les preguntó:

—Díganme, ¿qué mal ha hecho este hombre?

Pero la multitud gritó con más fuerza:

—¡Clávalo en una cruz!

15 Pilato quería quedar bien con la gente, así que dejó en libertad a Barrabás. Luego ordenó que azotaran a Jesús con un látigo y que lo clavaran en una cruz.

Todos se burlan de Jesús

16 Los soldados romanos llevaron a Jesús al patio del cuartel y llamaron al resto de la tropa. 17 Luego le pusieron a Jesús un manto de color rojo oscuro,[d] y le colocaron en la cabeza una corona hecha con ramas de espinos. 18 Entonces comenzaron a burlarse de él, y gritaban: «¡Viva el rey de los judíos!»

19 Lo golpeaban en la cabeza con una vara y lo escupían, y arrodillándose delante de él le hacían reverencias. 20 Cuando se cansaron de burlarse de él, le quitaron el manto rojo y le pusieron su propia ropa. Después se lo llevaron para clavarlo en la cruz.

21 Los soldados salieron con Jesús, y en el camino encontraron a un hombre llamado Simón, que era del pueblo de Cirene. Simón era padre de Alejandro y de Rufo; regresaba del campo y los soldados lo obligaron a cargar la cruz de Jesús.

22 Así llevaron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que quiere decir «La Calavera». 23 Allí le ofrecieron vino mezclado con mirra, para calmar sus dolores; pero Jesús no quiso beberlo.

24-28 Eran las nueve de la mañana cuando los soldados romanos clavaron a Jesús en la cruz. Luego hicieron un sorteo para ver quién de ellos se quedaría con su ropa. Además, colocaron un letrero para explicar por qué lo habían clavado en la cruz. El letrero decía: «El Rey de los judíos».

Junto a Jesús clavaron a dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda. 29 La gente que pasaba por allí insultaba a Jesús y se burlaba de él, haciéndole muecas y diciéndole: «¡Hey! Tú dijiste que podías destruir el templo y construirlo de nuevo en tres días. 30 ¡Si tienes tanto poder, sálvate a ti mismo! ¡Baja de la cruz!»

31 También los sacerdotes principales y los maestros de la Ley se burlaban de él, y se decían entre sí: «Salvó a otros, pero no puede salvarse a sí mismo. 32 Dice que es el Mesías, el rey de Israel. ¡Pues que baje de la cruz y creeremos en él!»

Y también insultaban a Jesús los bandidos que habían sido clavados a su lado.

Jesús muere

33 Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, el cielo se puso oscuro. 34 A esa hora, Jesús gritó con mucha fuerza: «Eloí, Eloí, ¿lemá sabactani?» Eso quiere decir: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?»

35 Algunos de los que estaban allí lo oyeron, y dijeron: «Oigan, está llamando al profeta Elías.»

36 Uno de ellos consiguió una esponja, la empapó con vinagre, la ató al extremo de un palo largo, y se la acercó a Jesús para que bebiera. Entonces dijo: «Vamos a ver si Elías viene a bajarlo de la cruz.»

37 Jesús lanzó un fuerte grito y murió. 38 En aquel momento, la cortina del templo se partió en dos pedazos de arriba abajo.

39 El oficial romano que estaba frente a Jesús lo vio morir, y dijo:

—En verdad este hombre era el Hijo de Dios.

40 Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, Salomé y María, la madre de José y de Santiago el menor. 41 Ellas habían seguido y ayudado a Jesús en Galilea. Además, estaban allí muchas otras mujeres que habían acompañado a Jesús en su viaje a Jerusalén.

El entierro de Jesús

42 Ya era viernes por la tarde,[e] y los judíos se estaban preparando para las celebraciones especiales del día sábado. 43 Un hombre llamado José, del pueblo de Arimatea, no tuvo miedo de pedirle a Pilato el cuerpo de Jesús. José era un miembro muy importante de la Junta Suprema. Además, él oraba para que el reinado de Dios empezara pronto.

44 Pilato se sorprendió mucho al oír que Jesús ya había muerto. Por eso, llamó al oficial romano para ver si era cierto, y para averiguar cuándo había sucedido. 45 Cuando el oficial regresó con el informe, Pilato dio permiso para que le entregaran a José el cuerpo de Jesús.

46 José compró entonces una sábana de tela muy fina y cara. Bajó a Jesús de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en una tumba. Hacía poco tiempo que José la había mandado construir en una gran roca. Luego tapó la entrada de la tumba con una piedra muy grande. 47 Mientras tanto, María Magdalena y María la madre de José, miraban dónde ponían el cuerpo de Jesús.

¡Él está vivo!

16 Cuando terminó el descanso obligatorio de los judíos, María Magdalena, Salomé y María la madre de Santiago compraron perfumes para untárselos al cuerpo de Jesús. Así que, el domingo en la mañana, cuando el sol apenas había salido, fueron a la tumba de Jesús. 3-4 Mientras caminaban, se decían unas a otras: «¿Quién quitará la piedra que tapa la entrada de la tumba? ¡Esa piedra es muy grande!» Pero, al mirar la tumba, vieron que la piedra ya no tapaba la entrada.

Cuando entraron, vieron a un joven vestido con ropa blanca y larga, sentado al lado derecho de la tumba. Ellas se asustaron, pero el joven les dijo:

«No se asusten. Ustedes están buscando a Jesús, el de Nazaret, el que murió en la cruz. No está aquí; ha resucitado. Vean el lugar donde habían puesto su cuerpo. Y ahora, vayan y cuenten a sus discípulos y a Pedro que Jesús va a Galilea para llegar antes que ellos. Allí podrán verlo, tal como les dijo antes de morir.»

Las mujeres, temblando de miedo, huyeron de la tumba. Pero no le dijeron nada a nadie porque estaban muy asustadas.[f]

Jesús se le aparece a María Magdalena

El domingo muy temprano, después de que Jesús resucitó, se le apareció a María Magdalena. Tiempo atrás, Jesús había expulsado de ella a siete demonios.

10 Mientras los discípulos estaban tristes y llorando por la muerte de Jesús, llegó ella y les contó que Jesús estaba vivo. 11 Pero ellos no creyeron que Jesús estuviera vivo ni que María lo hubiera visto.

Jesús se les aparece a dos discípulos

12 Después Jesús se les apareció a dos discípulos que iban por el campo. 13 Estos dos discípulos fueron y les avisaron a los demás, pero tampoco les creyeron.

La misión de los discípulos

14 Luego, Jesús se les apareció a los once discípulos mientras ellos comían. Los reprendió por su falta de confianza y por su terquedad; ellos no habían creído a los que lo habían visto resucitado. 15 Jesús les dijo:

«Vayan por todos los países del mundo y anuncien las buenas noticias a todo el mundo. 16 Los que crean en mí y se bauticen, serán salvos. Pero a los que no crean en mí, yo los voy a rechazar. 17 Los que confíen en mí y usen mi nombre podrán hacer cosas maravillosas: Podrán expulsar demonios; podrán hablar idiomas nuevos y extraños; 18 podrán agarrar serpientes o beber algo venenoso, y nada les pasará. Además, pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán.»

Jesús sube al cielo

19 Cuando el Señor Jesús terminó de hablar con sus discípulos, Dios lo subió al cielo. Allí, Jesús se sentó en el lugar de honor, al lado derecho de Dios.

20 Y los discípulos, por su parte, salieron a anunciar por todas partes las buenas noticias del reino. El Señor Jesús los acompañaba y los ayudaba por medio de señales milagrosas, y así Dios demostraba que los discípulos predicaban el mensaje verdadero. Amén.

Otra manera de finalizar el libro de Marcos

9-10 Las tres mujeres fueron a ver a Pedro y a los otros discípulos, y les dieron un corto informe de lo que ellas habían oído. Después, Jesús envió a los discípulos a todos los países del mundo, para anunciar el mensaje especial de Dios, que durará para siempre.

Notas al pie

  1. Marcos 10:37 En los tiempos de Jesús, los oficiales más importantes de un reino se sentaban a la izquierda y a la derecha del rey.
  2. Marcos 12:13 Partidarios del rey Herodes: Véase la nota en 3.6.
  3. Marcos 13:14 Donde no debe ser: Probablemente se refiere al Lugar Santo dentro del templo. Véase Mateo 24.15.
  4. Marcos 15:17 El rojo oscuro era el color de los mantos que usaban los reyes de la época de Jesús.
  5. Marcos 15:42 Los viernes a las seis de la tarde comienza el día de descanso de los judíos.
  6. Marcos 16:8 Existen tres formas de finalizar el Evangelio de Marcos. La primera y, quizá, la más original es la que finaliza en el capítulo 16 versículo 8 (16.8). Los más antiguos y mejores manuscritos apoyan este final. La segunda forma es la de 16.9-20. Pero este final usa un vocabulario y un estilo muy distintos a los que se usan en el resto del Evangelio de Marcos. Además los manuscritos sobre los que se basa este final son más tardíos y de menor calidad. La persona que escribió este final resumió varios relatos de las apariciones de Jesús que se encuentran en los Evangelios de Lucas y Juan. La tercera forma es la de Marcos 16.9-10, titulada «Otra manera de finalizar el libro de Marcos». El estilo es diferente al resto del libro de Marcos, y muy pocos manuscritos la apoyan.