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Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo:

Tú eres mi Hijo,

Yo te he engendrado hoy.(A)

Como también dice en otro lugar:

Tú eres sacerdote para siempre,

Según el orden de Melquisedec.(B)

Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte,(C) fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen;

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Tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino que Dios le dijo:

«Tú eres mi Hijo;
    hoy mismo te he engendrado».[a]

Y en otro pasaje dice:

«Tú eres sacerdote para siempre,
    según el orden de Melquisedec».[b]

En los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte y fue escuchado por su temor reverente. Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer. Al ser así perfeccionado, llegó a ser autor de salvación eterna para todos los que le obedecen

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Footnotes

  1. 5:5 Sal 2:7.
  2. 5:6 Sal 110:4.

De la misma manera, Cristo no se nombró Sumo sacerdote a sí mismo, sino que Dios le dio ese honor, pues él fue quien le dijo:

«Tú eres mi hijo;
yo te he engendrado hoy.»

Y también le dijo en otra parte de las Escrituras:

«Tú eres sacerdote para siempre,
de la misma clase que Melquisedec.»

Mientras Cristo estuvo viviendo aquí en el mundo, con voz fuerte y muchas lágrimas oró y suplicó a Dios, que tenía poder para librarlo de la muerte; y por su obediencia, Dios lo escuchó. Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió lo que es la obediencia; y al perfeccionarse de esa manera, llegó a ser fuente de salvación eterna para todos los que lo obedecen,

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