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»Yo mismo pensaba antes que debía hacer muchas cosas en contra del nombre de Jesús de Nazaret, 10 y así lo hice en Jerusalén. Con la autorización de los jefes de los sacerdotes, metí en la cárcel a muchos de los creyentes; y cuando los mataban, yo estaba de acuerdo. 11 Muchas veces los castigaba para obligarlos a negar su fe. Y esto lo hacía en todas las sinagogas, y estaba tan furioso contra ellos que los perseguía hasta en ciudades extranjeras.

12 »Con ese propósito me dirigía a la ciudad de Damasco, autorizado y comisionado por los jefes de los sacerdotes. 13 Pero en el camino, oh rey, vi a mediodía una luz del cielo, más fuerte que la luz del sol, que brilló alrededor de mí y de los que iban conmigo. 14 Todos caímos al suelo, y oí una voz que me decía en hebreo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Te estás haciendo daño a ti mismo, como si dieras coces contra el aguijón.” 15 Entonces dije: “¿Quién eres, Señor?” El Señor me contestó: “Yo soy Jesús, el mismo a quien estás persiguiendo. 16 Pero levántate, ponte de pie, porque me he aparecido a ti para designarte como mi servidor y testigo de lo que ahora has visto y de lo que todavía has de ver de mí. 17 Te voy a librar de los judíos y también de los no judíos, a los cuales ahora te envío. 18 Te mando a ellos para que les abras los ojos y no caminen más en la oscuridad, sino en la luz; para que no sigan bajo el poder de Satanás, sino que sigan a Dios; y para que crean en mí y reciban así el perdón de los pecados y una herencia en el pueblo santo de Dios.”

19 »Así que, oh rey Agripa, no desobedecí a la visión del cielo, 20 sino que primero anuncié el mensaje a los que estaban en Damasco, luego a los de Jerusalén y de toda la región de Judea, y también a los no judíos, invitándolos a convertirse, y a volverse a Dios, y a hacer obras que demuestren esa conversión. 21 Por este motivo, los judíos me arrestaron en el templo y quisieron matarme. 22 Pero con la ayuda de Dios sigo firme hasta ahora, hablando de Dios a todos, pequeños y grandes. Nunca les digo nada aparte de lo que los profetas y Moisés dijeron que había de suceder: 23 que el Mesías tenía que morir, pero que después de morir sería el primero en resucitar, y que anunciaría la luz de la salvación tanto a nuestro pueblo como a las otras naciones.»

Respuesta de Agripa

24 Al decir Pablo estas cosas en su defensa, Festo gritó:

—¡Estás loco, Pablo! De tanto estudiar te has vuelto loco.

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