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10 Tomé luego mi cayado “Gracia” y lo quebré en señal de que rompía el pacto sellado con todos los pueblos. 11 Quedó, pues, roto el pacto en aquel día y los tratantes de ovejas, que estaban observándome, reconocieron que era el Señor quien hablaba. 12 Yo les propuse:

— Si les parece bien, denme mi salario; y si no, déjenlo.

Entonces pesaron lo que me correspondía como salario y me dieron treinta siclos de plata.

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