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No hay otro Dios

SALMO 99 (98)

99 Pueblos de toda la tierra:
¡pónganse a temblar!
¡Dios es nuestro rey,
y reina entre los querubines!
La grandeza de nuestro Dios
está por encima de Jerusalén
y de todos los pueblos.
¡Dios es grande y poderoso!
¡No hay otro Dios!

Dios nuestro,
tú eres un rey poderoso
que ama la justicia;
has establecido la igualdad;
has actuado en Israel
con rectitud y justicia.

¡Alaben a nuestro Dios!
¡Inclínense a adorarlo!
¡No hay otro Dios!

Moisés y Aarón fueron sus sacerdotes;
Samuel estuvo a su servicio.
Todos ellos llamaron a Dios,
y él los escuchó;
les habló desde una nube,
y ellos cumplieron fielmente
las órdenes que les dio.

Dios nuestro,
tú atendiste a su llamado,
y aunque castigaste su maldad
también los perdonaste.

¡Alaben a nuestro Dios!
¡Adórenlo en su propio templo!
¡No hay otro Dios!

¡Viva nuestro Dios!

SALMO 100 (99)

Himno de alabanza.

100 Habitantes de toda la tierra,
griten con todas sus fuerzas:
¡Viva Dios!
¡Adórenlo con alegría!
¡Vengan a su templo
lanzando gritos de felicidad!
Reconozcan que él es Dios;
él nos hizo, y somos suyos.
Nosotros somos su pueblo:
¡él es nuestro pastor,
y nosotros somos su rebaño!

Vengan a las puertas de su templo;
¡denle gracias y alábenlo!
Él es un Dios bueno;
su amor es siempre el mismo,
y su fidelidad jamás cambia.

Promesa del rey a Dios

SALMO 101 (100)

Himno de David.

101 1-2 Dios mío,
tú eres justo y fiel;
por eso quiero cantarte himnos.
¿Cuándo vendrás a visitarme?
Quiero vivir una vida correcta
y demostrar en mi propio palacio
que no guardo malos pensamientos.
No quiero poner los ojos
en la maldad que me rodea.
No quiero nada con los desobedientes.
¡Odio todo lo que hacen!
Me alejaré de los malos pensamientos
y no participaré en nada malo.
Destruiré por completo
al que hable mal de su amigo;
no soportaré a mi lado
al que se crea más importante
y más inteligente que los demás.
Pero sí me juntaré
con la gente obediente de este país;
sólo estará a mi servicio
quien lleve una vida correcta.
¡Ningún mentiroso podrá vivir
bajo mi techo!
¡Ningún hipócrita podrá estar
en mi presencia!
¡Arrojaré de la ciudad de Dios
a todos los malhechores!
¡No pasará un solo día
sin que yo destruya
a todos los malvados del país!

¡Dios mío, tus años no tienen fin!

SALMO 102 (101)

Oración de un afligido que se desahoga en la presencia de Dios.

102 1-2 Dios mío,
escucha mi oración;
atiende a mis ruegos.
No tardes en responderme
cuando te llame;
no me des la espalda
cuando me encuentre angustiado.

La vida es como el humo
y se me escapa.
Los huesos me arden de dolor;
parecen carbones encendidos.
Me siento muy afligido;
hasta parezco hierba marchita.
¡Ni ganas de comer tengo,
y hasta los huesos se me ven!
¡Es muy grande mi angustia!

6-7 Estoy tan triste y solitario
como un buitre en el desierto,
como un búho entre las ruinas,
como un gorrión sobre el tejado.
¡Hasta he perdido el sueño!

No pasa un solo día
sin que mis enemigos me ofendan;
¡hasta me echan maldiciones!
Mi comida y mi bebida
son mi propio llanto.
10 ¡Te enojaste,
te llenaste de furia!
¡Me levantaste,
para derribarme después!
11 Mi vida va pasando
como las sombras en la noche;
¡me estoy marchitando como la hierba!

12 Pero tú, mi Dios,
eres el rey eterno
y vives para siempre.
13-14 Un día te levantarás
y tendrás compasión de tu pueblo.
¡Ese día ha llegado!
¡Ya es tiempo de que lo perdones!
Nosotros estamos a tu servicio
y amamos a la ciudad de Jerusalén;
¡verla en ruinas y entre escombros
nos causa mucho dolor!

15 Dios mío,
todas las naciones te adorarán;
todos los reyes de la tierra
reconocerán tu grandeza.
16 Tú reconstruirás a Jerusalén
y así demostrarás tu poder.
17 Prestarás toda tu atención
a los ruegos de los desamparados,
y no dejarás de atenderlos.
18 Que esto quede por escrito
para los que aún no han nacido;
para que alabe a Dios
el pueblo que está por nacer.

19 Mientras Dios miraba
desde su palacio celestial,
se fijó en la tierra;
20 al escuchar los lamentos
de los presos condenados a muerte,
los puso en libertad.
21 Por eso en Jerusalén
se alaba su nombre;
por eso en Jerusalén
se le cantan alabanzas.
22 Todos los pueblos y reinos
se juntan para adorarlo.

23 En el transcurso de mi vida,
Dios usó su poder para humillarme
y para acortar mi existencia.
24 Entonces le rogué:
«Para ti, Dios mío,
los años no tienen fin;
¡no me lleves en plena juventud!
25 En el principio
tú afirmaste la tierra;
tú mismo hiciste los cielos,
26 pero se irán gastando,
como la ropa,
y un día, los destruirás.

Pero tú te mantendrás firme;
27 siempre serás el mismo,
y tus años no tendrán fin.
28 Nuestros hijos y nuestros nietos
estarán a tu servicio,
como lo estamos nosotros,
y vivirán contigo para siempre».

¡Te alabaré con todas mis fuerzas!

SALMO 103 (102)

Himno de David.

103 ¡Con todas las fuerzas de mi ser
alabaré a mi Dios!
¡Con todas las fuerzas de mi ser
lo alabaré y recordaré
todas sus bondades!
Mi Dios me perdonó
todo el mal que he hecho;
me devolvió la salud,
me libró de la muerte,
¡me llenó de amor y de ternura!
Mi Dios me da siempre todo lo mejor;
¡me hace fuerte como las águilas!

Mi Dios es un juez justo
que reconoce los derechos
de la gente que sufre.
A Moisés y a los israelitas
les dio a conocer sus planes
y lo que esperaba de ellos.

Mi Dios es muy tierno y bondadoso;
no se enoja fácilmente,
y es muy grande su amor.
No nos reprende todo el tiempo
ni nos guarda rencor para siempre.
10 No nos castigó como merecían
nuestros pecados y maldades.
11 Su amor por quienes lo honran
es tan grande e inmenso
como grande es el universo.
12 Apartó de nosotros
los pecados que cometimos
del mismo modo que apartó
los extremos de la tierra.
13 Con quienes lo honran,
Dios es tan tierno
como un padre con sus hijos.
14 Bien sabe nuestro Dios cómo somos;
¡bien sabe que somos polvo!
15 Nuestra vida es como la hierba,
que pronto se marchita;
somos como las flores del campo:
crecemos y florecemos,
16 pero tan pronto sopla el viento,
dejamos de existir
y nadie vuelve a vernos.
17 En cambio, el amor de Dios
siempre será el mismo;
Dios ama a quienes lo honran,
y siempre les hace justicia
a sus descendientes,
18 a los que cumplen fielmente
su pacto y sus mandamientos.

19 Mi Dios es el rey del cielo;
es el dueño de todo lo que existe.
20 Ustedes, sus ángeles poderosos,
que cumplen sus mandatos
y llevan a cabo sus órdenes,
¡alaben a mi Dios!
21 Y ustedes, sus ejércitos,
que están a su servicio
y cumplen su voluntad,
¡alaben a mi Dios!
22 Y ustedes, sus criaturas,
que llenan todos los rincones
de todo lo que existe,
¡alaben a mi Dios!

Yo, por mi parte,
¡alabaré a mi Dios,
con todas las fuerzas de mi ser!