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Recomendaciones para alcanzar sabiduría

No olvides mis enseñanzas, hijo mío;
guarda en tu memoria mis mandamientos,
y tendrás una vida larga
y llena de felicidad.
No abandones nunca el amor y la verdad;
llévalos contigo como un collar.
Grábatelos en la mente,
y tendrás el favor y el aprecio
de Dios y de los hombres.

Confía de todo corazón en el Señor
y no en tu propia inteligencia.
Ten presente al Señor en todo lo que hagas,
y él te llevará por el camino recto.
No te creas demasiado sabio;
honra al Señor y apártate del mal:
¡ésa es la mejor medicina
para fortalecer tu cuerpo!

Honra al Señor con tus riquezas
y con los primeros frutos de tus cosechas;
10 así se llenarán a reventar
tus graneros y tus depósitos de vino.

11 No rechaces, hijo mío, la corrección del Señor,
ni te disgustes por sus reprensiones;
12 porque el Señor corrige a quien él ama,
como un padre corrige a su hijo favorito.

13 Feliz el que halla sabiduría,
el que obtiene inteligencia;
14 porque son más provechosas que la plata
y rinden mayores beneficios que el oro.
15 La sabiduría vale más que las piedras preciosas;
¡ni aun las cosas más deseables se le pueden comparar!
16 Con la derecha ofrece larga vida,
y con la izquierda, riquezas y honores.
17 Seguir sus pasos es muy agradable;
andar por sus senderos es vivir en paz.
18 La sabiduría es vida para quien la obtiene;
¡felices los que saben retenerla!
19 Con sabiduría e inteligencia,
el Señor afirmó los cielos y la tierra;
20 con sabiduría hizo que el mar se dividiera
y que de las nubes brotara el rocío.

21 Conserva siempre el buen juicio, hijo mío,
y no pierdas de vista la discreción,
22 pues serán para ti fuente de vida
y te adornarán como un collar.
23 Podrás andar confiado por el camino
y jamás tropezarás.
24 Cuando descanses, no tendrás que temer;
cuando te acuestes, dormirás tranquilo.
25 No temerás a los peligros repentinos
ni a la ruina que vendrá sobre los malvados,
26 porque el Señor te infundirá confianza
y evitará que caigas en alguna trampa.

27 Nunca niegues un favor a tus dueños,
cuando en tu mano esté el hacerlo.
28 No dejes para mañana
la ayuda que puedas dar hoy.
29 No hagas planes perversos
contra el que vive confiado en ti.
30 No busques pelea con nadie,
si nadie te ha hecho daño.
31 No envidies al desalmado
ni trates de imitar su conducta;
32 porque al Señor le repugnan los malvados,
pero a los buenos les brinda su confianza.
33 El Señor maldice la casa del malvado,
pero bendice el hogar del hombre justo.
34 El Señor se burla de los burlones,
pero trata con bondad a los humildes.
35 La honra es el premio de los sabios,
pero los necios se destacan por su deshonra.

Exhortaciones a seguir el buen camino

Hijos, atiendan a los consejos de su padre;
pongan atención, para que adquieran buen juicio.
Yo les he dado una buena instrucción,
así que no descuiden mis enseñanzas.
Pues yo también he sido hijo:
mi madre me amaba con ternura
y mi padre me instruía de esta manera:
«Grábate en la mente mis palabras;
haz lo que te ordeno, y vivirás.
Adquiere sabiduría y buen juicio;
no eches mis palabras al olvido.
Ama a la sabiduría, no la abandones
y ella te dará su protección.
Antes que cualquier otra cosa,
adquiere sabiduría y buen juicio.
Ámala, y te enaltecerá;
abrázala, y te honrará;
¡te obsequiará con la más bella guirnalda
y te coronará con ella!»

10 Atiende a mis palabras, hijo mío,
hazlas tuyas y aumentarán los años de tu vida.
11 Yo te llevaré por el camino de la sabiduría:
te haré andar por el buen camino,
12 en el que no habrá estorbos a tu paso,
en el que no tropezarás aun cuando corras.
13 Aférrate a la instrucción y no la descuides;
ponla en práctica, pues es vida para ti.
14 No vayas tras los pasos de los malvados,
no sigas su mala conducta.
15 Evita el pasar por su camino;
apártate de ellos y sigue adelante,
16 pues no están en paz si no hacen lo malo;
pierden el sueño, si no hacen caer a alguno.
17 ¡Su comida y su bebida
son la maldad y la violencia!

18 El camino de los justos es como la luz de un nuevo día:
va en aumento hasta brillar en todo su esplendor.
19 Pero el camino de los malvados es oscuro;
¡ni siquiera saben contra qué tropiezan!

20 Atiende a mis palabras, hijo mío;
préstales atención.
21 Jamás las pierdas de vista,
¡grábatelas en la mente!
22 Ellas dan vida y salud
a todo el que las halla.
23 Cuida tu mente más que nada en el mundo,
porque ella es fuente de vida.
24 Evita el decir cosas falsas;
apártate de la mentira.
25 Mira siempre adelante,
mira siempre de frente.
26 Fíjate bien en dónde pones los pies,
y siempre pisarás terreno firme.
27 No te desvíes de tu camino;
evita el andar en malos pasos.

La mujer fácil, perdición del hombre

Atiende a mi sabiduría, hijo mío;
presta atención a mi inteligencia.
Así sabrás ser discreto
y podrás hablar con conocimiento.
Pues la mujer ajena habla con dulzura
y su voz es más suave que el aceite;
pero termina siendo más amarga que el ajenjo
y más cortante que una espada de dos filos.
Andar con ella conduce a la muerte;
sus pasos llevan directamente al sepulcro.
A ella no le importa el camino de la vida
ni se fija en lo inseguro de sus pasos.

Por lo tanto, hijo mío, atiéndeme,
no te apartes de mis enseñanzas.
Aléjate de la mujer ajena;
ni siquiera te acerques a la puerta de su casa,
para que no pierdas la riqueza de tus años
en manos de gente extraña y cruel;
10 para que ningún extraño se llene
con el fruto de tu esfuerzo y tu trabajo.
11 De lo contrario, acabarás por lamentarlo
cuando tu cuerpo se consuma poco a poco.
12 Y dirás: «¡Cómo pude despreciar la corrección!
¡Cómo pude rechazar las reprensiones!
13 ¡No quise escuchar a mis maestros,
no atendí a los que me instruían,
14 y por poco llego al colmo de la desgracia
ante la comunidad entera!»

15 Calma tu sed con el agua
que brota de tu propio pozo.
16 No derrames el agua de tu manantial;
no la desperdicies derramándola por la calle.
17 Pozo y agua son tuyos, y de nadie más;
¡no los compartas con extraños!
18 ¡Bendita sea tu propia fuente!
¡Goza con la compañera de tu juventud,
19 delicada y amorosa cervatilla!
¡Que nunca te falten sus caricias!
¡Que siempre te envuelva con su amor!

20 ¿Por qué enredarte, hijo mío, con la mujer ajena?
¿Por qué arrojarte en brazos de una extraña?
21 El Señor está pendiente de la conducta del hombre;
no pierde de vista ninguno de sus pasos.
22 Al malvado lo atrapa su propia maldad;
su propio pecado lo sujeta como un lazo.
23 Su indisciplina lo llevará a la muerte;
su gran necedad, a la perdición.