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Así que el rey me preguntó: «¿Por qué está triste tu rostro? Tú no estás enfermo; eso no es más que tristeza de corazón(A)». Entonces tuve mucho temor, y le dije al rey: «Viva para siempre el rey(B). ¿Cómo no ha de estar triste mi rostro cuando la ciudad, lugar de los sepulcros de mis padres, está desolada y sus puertas han sido consumidas por el fuego(C)?».

Entonces el rey me dijo: «¿Qué es lo que pides?». Así que oré al Dios del cielo(D),

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