Dichosos los humildes,
    porque recibirán la tierra como herencia.

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El más importante en el reino de los cielos(A)

18 En ese momento los discípulos se acercaron a Jesús y preguntaron:

—¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?

Él llamó a un niño y lo puso en medio de ellos. Entonces dijo:

—Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Por tanto, el que se humilla como este niño será el más grande en el reino de los cielos.

»Y el que recibe en mi nombre a un niño como este me recibe a mí.

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Jesús y los niños(A)

13 Llevaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orara por ellos, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban.

14 Jesús dijo: «Dejen que los niños vengan a mí; no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos».

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Jesús y los niños(A)

13 Empezaron a llevarle niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban. 14 Cuando Jesús se dio cuenta, se indignó y dijo: «Dejen que los niños vengan a mí; no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos. 15 Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él». 16 Y después de abrazarlos, los bendecía poniendo las manos sobre ellos.

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Jesús y los niños(A)

15 También le llevaban niños pequeños a Jesús para que los tocara. Al ver esto, los discípulos reprendían a quienes los llevaban. 16 Pero Jesús llamó a los niños y dijo: «Dejen que los niños vengan a mí; no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos. 17 Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él».

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21 En aquel momento Jesús, lleno de alegría por el Espíritu Santo, dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e instruidos, se las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque esa fue tu buena voluntad.

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Al notar cómo los invitados escogían los lugares de honor en la mesa, les contó esta parábola:

—Cuando alguien te invite a una fiesta de bodas, no te sientes en el lugar de honor, no sea que haya algún invitado más distinguido que tú. Si es así, el que los invitó a los dos vendrá y te dirá: “Cédele tu asiento a este hombre”. Entonces, avergonzado, tendrás que ocupar el último asiento. 10 Más bien, cuando te inviten, siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te invitó, te diga: “Amigo, pasa más adelante a un lugar mejor”. Así recibirás honor en presencia de todos los demás invitados. 11 Porque todo el que a sí mismo se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.

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