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El juzgar a los demás(A)

»No juzguéis, para que no seáis juzgados, porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá. ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: “Déjame sacar la paja de tu ojo”, cuando tienes la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

»No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen y se vuelvan y os despedacen.

La oración, y la regla de oro(B)

»Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? 10 ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? 11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? 12 Así que todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, pues esto es la Ley y los Profetas.

La puerta angosta(C)

13 »Entrad por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; 14 pero angosta es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.

Por sus frutos los conoceréis(D)

15 »Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? 17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. 18 No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. 19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. 20 Así que por sus frutos los conoceréis.

Nunca os conocí(E)

21 »No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” 23 Entonces les declararé: “Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!”

Los dos cimientos(F)

24 »A cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca. 25 Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y golpearon contra aquella casa; pero no cayó, porque estaba cimentada sobre la roca. 26 Pero a cualquiera que me oye estas palabras y no las practica, lo compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena. 27 Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.»

28 Cuando terminó Jesús estas palabras, la gente estaba admirada de su doctrina, 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

Parábola del sembrador(A)

13 Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. Se le acercó mucha gente, así que él, entrando en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. Les habló muchas cosas por parábolas, diciendo:

«El sembrador salió a sembrar. Mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra, y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero cuando salió el sol, se quemó y, como no tenía raíz, se secó. Parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga.»

Propósito de las parábolas(B)

10 Entonces, acercándose los discípulos, le preguntaron:

—¿Por qué les hablas por parábolas?

11 Él, respondiendo, les dijo:

—Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no les es dado, 12 pues a cualquiera que tiene, se le dará y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 13 Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. 14 De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:

»“De oído oiréis, y no entenderéis;
y viendo veréis, y no percibiréis,
15 porque el corazón de este pueblo se ha entorpecido,
y con los oídos oyen pesadamente,
y han cerrado sus ojos;
para que no vean con los ojos,
ni oigan con los oídos,
ni con el corazón entiendan, ni se conviertan
y yo los sane.”

16 »Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. 17 De cierto os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.

Jesús explica la parábola del sembrador(C)

18 »Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: 19 Cuando alguno oye la palabra del Reino y no la entiende, viene el malo y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Éste es el que fue sembrado junto al camino. 20 El que fue sembrado en pedregales es el que oye la palabra y al momento la recibe con gozo, 21 pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. 22 El que fue sembrado entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. 23 Pero el que fue sembrado en buena tierra es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta y a treinta por uno.

Parábola del trigo y la cizaña

24 Les refirió otra parábola, diciendo: «El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; 25 pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. 26 Cuando brotó la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. 27 Fueron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo, pues, tiene cizaña?” 28 Él les dijo: “Un enemigo ha hecho esto.” Y los siervos le dijeron: “¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?” 29 Él les dijo: “No, no sea que al arrancar la cizaña arranquéis también con ella el trigo. 30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega, y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: ‘Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.’”»

Parábola de la semilla de mostaza(D)

31 Otra parábola les refirió, diciendo: «El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. 32 Ésta es a la verdad la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha crecido es la mayor de las hortalizas y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.»

Parábola de la levadura(E)

33 Otra parábola les dijo: «El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado.»

Uso que Jesús hace de las parábolas(F)

34 Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba, 35 para que se cumpliera lo que dijo el profeta:

«Abriré en parábolas mi boca;
declararé cosas escondidas
desde la fundación del mundo.»

Jesús explica la parábola de la cizaña

36 Entonces, después de despedir a la gente, entró Jesús en la casa. Se le acercaron sus discípulos y le dijeron:

—Explícanos la parábola de la cizaña del campo.

37 Respondiendo él, les dijo:

—El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre. 38 El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino, y la cizaña son los hijos del malo. 39 El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. 40 De manera que, así como se arranca la cizaña y se quema en el fuego, así será en el fin de este mundo. 41 Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles, y recogerán de su Reino a todos los que sirven de tropiezo y a los que hacen maldad, 42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. 43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.

Parábola del tesoro escondido

44 »Además el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo.

La perla preciosa

45 »También el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca buenas perlas, 46 y al hallar una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.

Parábola de la red

47 »Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red que, echada al mar, recoge toda clase de peces. 48 Cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan y recogen lo bueno en cestas y echan fuera lo malo. 49 Así será al fin del mundo: saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos, 50 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.

Tesoros nuevos y viejos

51 Jesús les preguntó:

—¿Habéis entendido todas estas cosas?

Ellos respondieron:

—Sí, Señor.

52 Él les dijo:

—Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.

Jesús en Nazaret(G)

53 Aconteció que cuando terminó Jesús estas parábolas, se fue de allí. 54 Vino a su tierra y les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban y decían:

—¿De dónde saca éste esta sabiduría y estos milagros? 55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? 56 ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, saca éste todas estas cosas?

57 Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo:

—No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa.

58 Y no hizo allí muchos milagros debido a la incredulidad de ellos.

Muerte de Juan el Bautista(H)

14 En aquel tiempo Herodes, el tetrarca, oyó la fama de Jesús, y dijo a sus criados: «Éste es Juan el Bautista; ha resucitado de los muertos y por eso actúan en él estos poderes.» Herodes había prendido a Juan, lo había encadenado y metido en la cárcel, por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: «No te está permitido tenerla.» Y Herodes quería matarlo, pero temía al pueblo, porque tenían a Juan por profeta. Pero cuando se celebraba el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio y agradó a Herodes, por lo cual éste le prometió con juramento darle todo lo que pidiera. Ella, instruida primero por su madre, dijo: «Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista.»

Entonces el rey se entristeció, pero a causa del juramento y de los que estaban con él a la mesa, mandó que se la dieran, 10 y ordenó decapitar a Juan en la cárcel. 11 Trajeron su cabeza en un plato, se la dieron a la muchacha y ella se la entregó a su madre. 12 Entonces llegaron sus discípulos, tomaron el cuerpo, lo enterraron y fueron a dar la noticia a Jesús.

Alimentación de los cinco mil(I)

13 Al oírlo Jesús, se apartó de allí, él solo, en una barca a un lugar desierto. Cuando la gente lo supo, lo siguió a pie desde las ciudades. 14 Al salir Jesús, vio una gran multitud, tuvo compasión de ellos y sanó a los que de ellos estaban enfermos. 15 Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo:

—El lugar es desierto y la hora ya avanzada. Despide a la multitud para que vayan por las aldeas y compren algo de comer.

16 Jesús les dijo:

—No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer.

17 Ellos dijeron:

—No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.

18 Él les dijo:

—Traédmelos acá.

19 Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud. 20 Comieron todos y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas. 21 Los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

Jesús anda sobre el mar(J)

22 En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. 23 Después de despedir a la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. 24 Ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario. 25 Pero a la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue a ellos andando sobre el mar. 26 Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar, se turbaron, diciendo:

—¡Un fantasma!

Y gritaron de miedo. 27 Pero en seguida Jesús les habló, diciendo:

—¡Tened ánimo! Soy yo, no temáis.

28 Entonces le respondió Pedro, y dijo:

—Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.

29 Y él dijo:

—Ven.

Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. 30 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó:

—¡Señor, sálvame!

31 Al momento Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo:

—¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

32 En cuanto ellos subieron a la barca, se calmó el viento. 33 Entonces los que estaban en la barca se acercaron y lo adoraron, diciendo:

—Verdaderamente eres Hijo de Dios.

Jesús sana a los enfermos en Genesaret(K)

34 Terminada la travesía, llegaron a tierra de Genesaret. 35 Cuando lo reconocieron los hombres de aquel lugar, enviaron noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos; 36 y le rogaban que los dejara tocar solamente el borde de su manto. Y todos los que lo tocaron, quedaron sanos.