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Jesús sana a un paralítico(A)

Después de algunos días, Jesús entró otra vez en Capernaúm. Cuando se supo que estaba en casa, inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra. Entonces vinieron a él unos trayendo a un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, quitaron parte del techo de donde él estaba y, a través de la abertura, bajaron la camilla en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico:

—Hijo, tus pecados te son perdonados.

Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales pensaban para sí: «¿Por qué habla éste de ese modo? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?»

Y conociendo luego Jesús en su espíritu que pensaban de esta manera dentro de sí mismos, les preguntó:

—¿Por qué pensáis así? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decirle: “Levántate, toma tu camilla y anda”? 10 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: 11 A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

12 Entonces él se levantó y, tomando su camilla, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron y glorificaron a Dios, diciendo:

—Nunca hemos visto tal cosa.

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