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50 Todos lo vieron y se asustaron; pero Jesús les habló en seguida, diciéndoles:

— Tranquilícense, soy yo. No tengan miedo.

51 Luego subió a la barca con ellos, y el viento cesó. Ellos no salían de su asombro, 52 pues no habían comprendido lo sucedido con los panes y aún tenían la mente embotada.

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