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28 Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo:

—Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos, 29 porque vendrán días en que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no concibieron y los pechos que no criaron.” 30 Entonces comenzarán a decir a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a los collados: “Cubridnos”, 31 porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?

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