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El joven rico(A)

18 Un dignatario le preguntó, diciendo:

—Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

19 Jesús le dijo:

—¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios. 20 Los mandamientos sabes: “No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.”

21 Él dijo:

—Todo esto lo he guardado desde mi juventud.

22 Al oír esto, Jesús le dijo:

—Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.

23 Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste porque era muy rico. 24 Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo:

—¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! 25 Porque es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios.

26 Los que oyeron esto dijeron:

—¿Quién, pues, podrá ser salvo?

27 Él les dijo:

—Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.

28 Entonces Pedro dijo:

—Pues nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido.

29 Y él les dijo:

—De cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o padres o hermanos o mujer o hijos, por el reino de Dios, 30 que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.

Jesús anuncia por tercera vez su muerte(B)

31 Tomando Jesús a los doce, les dijo:

—Cuando lleguemos a Jerusalén se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del hombre, 32 pues será entregado a los gentiles, se burlarán de él, lo insultarán y le escupirán. 33 Y después que lo hayan azotado, lo matarán; pero al tercer día resucitará.

34 Sin embargo, ellos nada comprendieron de estas cosas, porque esta palabra les era encubierta y no entendían lo que se les decía.

Un ciego de Jericó recibe la vista(C)

35 Aconteció que, acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando, 36 y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello. 37 Le dijeron que pasaba Jesús nazareno. 38 Entonces gritó, diciendo:

—¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!

39 Los que iban delante lo reprendían para que callara; pero él gritaba aún más fuerte:

—¡Hijo de David, ten misericordia de mí!

40 Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerlo a su presencia. Cuando llegó, le preguntó, 41 diciendo:

—¿Qué quieres que te haga?

Y él dijo:

—Señor, que reciba la vista.

42 Jesús le dijo:

—Recíbela, tu fe te ha salvado.

43 Al instante recobró la vista, y lo seguía glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.

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