Add parallel Print Page Options

¡Cuán solitaria ha quedado
    la ciudad antes llena de gente!
¡Tiene apariencia de viuda
    la ciudad capital de los pueblos!
¡Sometida está a trabajos forzados
    la princesa de los reinos!

Se ahoga en llanto por las noches;
    lágrimas corren por sus mejillas.
De entre todos sus amantes
    no hay uno que la consuele.
Todos sus amigos la han traicionado;
    se han vuelto sus enemigos.

A más de sufrimientos y duros trabajos,
    Judá sufre ahora el cautiverio.
La que antes reinaba entre los pueblos,
    ahora no encuentra reposo.
Los que la perseguían, la alcanzaron
    y la pusieron en aprietos.

¡Qué tristes están los caminos de Sión!
    ¡No hay nadie que venga a las fiestas!
Las puertas de la ciudad están desiertas,
    los sacerdotes lloran,
las jóvenes se afligen
    y Jerusalén pasa amarguras.

Sus enemigos dominan,
    sus adversarios prosperan.
Es que el Señor la ha afligido
    por lo mucho que ha pecado.
Sus hijos fueron al destierro
    llevados por el enemigo.

Desapareció de la bella Sión
    toda su hermosura;
sus jefes, como venados,
    andan en busca de pastos;
arrastrando los pies, avanzan
    delante de sus cazadores.

Jerusalén recuerda aquellos días,
    cuando se quedó sola y triste;
recuerda todas las riquezas que tuvo
    en tiempos pasados;
recuerda cuando cayó en poder del enemigo
    y nadie vino en su ayuda,
cuando sus enemigos la vieron
    y se burlaron de su ruina.

Jerusalén ha pecado tanto
    que se ha hecho digna de desprecio.
Los que antes la honraban, ahora la desprecian,
    porque han visto su desnudez.
Por eso está llorando,
    y avergonzada vuelve la espalda.

Tiene su ropa llena de inmundicia;
    no pensó en las consecuencias.
Es increíble cómo ha caído;
    no hay quien la consuele.
¡Mira, Señor, mi humillación
    y la altivez del enemigo!

10 El enemigo se ha adueñado
    de las riquezas de Jerusalén.
La ciudad vio a los paganos
    entrar violentamente en el santuario,
¡gente a la que tú, Señor, ordenaste
    que no entrara en tu lugar de reunión!

11 Todos sus habitantes lloran,
    andan en busca de alimentos;
dieron sus riquezas a cambio de comida
    para poder sobrevivir.
¡Mira, Señor, mi ruina!
    ¡Considera mi desgracia!

12 ¡Ustedes, los que van por el camino,
    deténganse a pensar
si hay dolor como el mío,
    que tanto me hace sufrir!
¡El Señor me mandó esta aflicción
    al encenderse su enojo!

13 El Señor lanzó desde lo alto
    un fuego que me ha calado hasta los huesos;
tendió una trampa a mi paso
    y me hizo volver atrás;
me ha entregado al abandono,
    al sufrimiento a cada instante.

14 Mis pecados los ha visto el Señor;
    me han sido atados por él mismo,
y como un yugo pesan sobre mí:
    ¡acaban con mis fuerzas!
El Señor me ha puesto en manos de gente
    ante la cual no puedo resistir.

15 El Señor arrojó lejos de mí
    a todos los valientes que me defendían.
Lanzó un ejército a atacarme,
    para acabar con mis hombres más valientes.
¡El Señor ha aplastado a la virginal Judá
    como se aplastan las uvas para sacar vino!

16 Estas cosas me hacen llorar.
    Mis ojos se llenan de lágrimas,
pues no tengo a nadie que me consuele,
    a nadie que me dé nuevo aliento.
Entre ruinas han quedado mis hijos,
    porque pudo más el enemigo que nosotros.

17 Sión extiende las manos suplicante,
    pero no hay quien la consuele.
El Señor ha ordenado que a Jacob
    lo rodeen sus enemigos;
Jerusalén es para ellos
    objeto de desprecio.

18 El Señor hizo lo debido,
    porque me opuse a sus mandatos.
¡Escúchenme, pueblos todos;
    contemplen mi dolor!
¡Mis jóvenes y jovencitas
    han sido llevados cautivos!

19 Pedí ayuda a mis amantes,
    pero ellos me traicionaron.
Mis sacerdotes y mis ancianos
    murieron en la ciudad:
¡andaban en busca de alimentos
    para poder sobrevivir!

20 ¡Mira, Señor, mi angustia!
    ¡Siento que me estalla el pecho!
El dolor me oprime el corazón
    cuando pienso en lo rebelde que he sido.
Allá afuera la espada mata a mis hijos,
    y aquí adentro también hay muerte.

21 La gente escucha mis lamentos,
    pero no hay quien me consuele.
Todos mis enemigos saben de mi mal,
    y se alegran de que tú lo hayas hecho.
¡Haz que venga el día que tienes anunciado,
    y que les vaya a ellos como me ha ido a mí!

22 Haz que llegue a tu presencia
    toda la maldad que han cometido;
trátalos por sus pecados
    como me has tratado a mí,
pues es mucho lo que lloro;
    ¡tengo enfermo el corazón!

Lamentaciones de Sión cautiva

¡Qué sola ha quedado la ciudad populosa!
La grande entre las naciones se ha vuelto como una viuda;
la señora de provincias ha sido hecha tributaria.

Amargamente llora en la noche y las lágrimas corren por sus mejillas.
Entre todos sus amantes
no hay ninguno que la consuele;
todos sus amigos le faltaron, se le volvieron enemigos.

Judá ha ido en cautiverio afligida y en dura servidumbre;
ha habitado entre las naciones, sin hallar descanso;
todos sus perseguidores la alcanzaron y pusieron en estrechuras.

Las calzadas de Sión están de luto, porque no hay quien venga a las fiestas solemnes;
todas sus puertas están asoladas, sus sacerdotes gimen,
sus vírgenes están afligidas y ella está llena de amargura.

Sus enemigos fueron hechos príncipes, sus aborrecedores fueron prosperados,
porque Jehová la afligió a causa de sus muchas rebeliones.
Sus hijos fueron en cautividad delante del enemigo.

Desapareció toda la hermosura de la hija de Sión;
sus príncipes, como ciervos que no hallan pasto,
anduvieron sin fuerzas delante del perseguidor.

Jerusalén, cuando cayó su pueblo en manos del enemigo y no hubo quien la ayudara,
se acordó de los días de su aflicción, de sus rebeliones,
y de todas las cosas agradables que tuvo desde los tiempos antiguos.
La miraron los enemigos y se burlaron de su caída.

Gravemente ha pecado Jerusalén, por lo cual ha sido movida de su lugar;
cuantos la honraban la desprecian al ver su vergüenza,
y ella suspira y se vuelve atrás.

Su inmundicia está en sus faldas. No pensó en su fin.
Cayó de manera sorprendente sin tener quien la consolara.
Mira, Jehová, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido.

10 Extendió su mano el enemigo a todas sus cosas preciosas;
ella ha visto entrar en su santuario a las gentes
acerca de las cuales mandaste que no entraran en tu congregación.

11 Todo su pueblo buscó gimiendo su pan;
por la comida, para seguir viviendo, dieron todas sus cosas preciosas,
¡Mira, Jehová, y ve cuán abatida estoy!

12 ¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino?
Mirad y ved si hay dolor como el dolor que me ha venido;
porque Jehová me ha angustiado en el día de su ardiente furor.

13 Desde lo alto envió un fuego que consume mis huesos,
ha tendido una red a mis pies, me ha vuelto atrás,
me dejó desolada y con dolor todo el día.

14 Él ha atado con su mano el yugo de mis rebeliones:
ataduras ha echado sobre mi cuello y ha debilitado mis fuerzas.
¡El Señor me ha entregado en manos contra las cuales no podré levantarme!

15 El Señor pisoteó en medio de mí a todos mis hombres fuertes;
llamó a gente contra mí, para destruir a mis jóvenes;
pisoteó el Señor, como en un lagar, a la virgen hija de Judá.

16 Por eso estoy llorando; por eso de mis ojos fluyen lágrimas,
porque de mí se ha alejado el que consuela y da reposo a mi alma.
Mis hijos han sido destruidos, porque el enemigo prevaleció.

17 Sión extendió sus manos, mas no tiene quien la consuele;
Jehová ordenó contra Jacob que sus vecinos fueran sus enemigos,
y Jerusalén fue objeto de abominación entre ellos.

18 Pero Jehová es justo, pues yo me había rebelado contra su palabra.
Oíd ahora, pueblos todos, ved mi dolor:
mis vírgenes y mis jóvenes fueron llevados en cautiverio.

19 Llamé a voces a mis amantes, mas ellos me han engañado.
Mis sacerdotes y mis ancianos perecieron en la ciudad,
mientras buscaban comida para seguir viviendo.

20 Mira, Jehová, que estoy atribulada, que mis entrañas hierven;
mi corazón se trastorna dentro de mí, porque me he rebelado en gran manera.
Por fuera hace estragos la espada; por dentro se enseñorea la muerte.

21 Me han oído gemir, mas no hay quien me consuele.
Todos mis enemigos han sabido de mi mal y se alegran de lo que tú hiciste;
pero tú harás venir el día que has anunciado, y serán como yo.

22 Venga ante ti toda su maldad,
y haz con ellos como hiciste conmigo por todas mis rebeliones,
porque muchos son mis suspiros y mi corazón está adolorido.