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29 Si me alegré en el quebrantamiento del que me aborrecía,

Y me regocijé cuando le halló el mal;

30 (Que ni aun entregué al pecado mi paladar,

Pidiendo maldición para su alma;)

31 Cuando mis domésticos decían:

¡Quién nos diese de su carne! nunca nos hartaríamos.

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