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»Pero en mí, aunque yo hable, el dolor no cesa;
y aunque deje de hablar, no se aparta de mí.
Porque ahora él me ha fatigado;
ha asolado toda mi compañía.
Me ha llenado de arrugas: testigo es mi delgadez,
la cual se levanta contra mí para testificar en mi rostro.
Su furor me ha destrozado, me ha sido contrario;
cruje sus dientes contra mí:
contra mí aguza sus ojos mi enemigo.
10 Ellos han abierto contra mí su boca,
y han herido mis mejillas con afrenta:
¡contra mí se han juntado todos!
11 Dios me ha entregado al mentiroso,
en las manos de los impíos me ha hecho caer.
12 Yo vivía en prosperidad, y me desmenuzó;
me arrebató por la cerviz, me despedazó
y me puso por blanco suyo.
13 Me rodearon sus flecheros,
y él partió mis riñones sin compasión
y derramó mi hiel por tierra.
14 Me quebrantó de quebranto en quebranto;
corrió contra mí como un gigante.
15 Entonces cosí sobre mi piel tejidos ásperos
y puse mi cabeza en el polvo.
16 Mi rostro está hinchado por el llanto
y mis párpados entenebrecidos,
17 a pesar de no haber iniquidad en mis manos
y de ser pura mi oración.

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