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Si aquel primer pacto hubiera sido sin defecto, ciertamente no se habría procurado lugar para el segundo, pues reprendiéndolos dice:

«Vienen días —dice el Señor—
en que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto.
No como el pacto que hice con sus padres
el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto.
Como ellos no permanecieron en mi pacto,
yo me desentendí de ellos —dice el Señor—.
10 Por lo cual, éste es el pacto que haré con la casa de Israel
después de aquellos días —dice el Señor—:
Pondré mis leyes en la mente de ellos,
y sobre su corazón las escribiré;
y seré a ellos por Dios
y ellos me serán a mí por pueblo.
11 Ninguno enseñará a su prójimo,
ni ninguno a su hermano, diciendo: “Conoce al Señor”,
porque todos me conocerán,
desde el menor hasta el mayor de ellos,
12 porque seré propicio a sus injusticias,
y nunca más me acordaré de sus pecados ni de sus maldades.»

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