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Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el Concilio:

—Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga.

Cuando dijo esto, se produjo discusión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió, porque los saduceos dicen que no hay resurrección ni ángel ni espíritu; pero los fariseos afirman que sí existen. Entonces hubo un gran vocerío y, levantándose los escribas de la parte de los fariseos, discutían diciendo:

—Ningún mal hallamos en este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o un ángel, no resistamos a Dios.

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