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29 Cuando los días de Israel tocaban a su fin, llamó a José, su hijo, y le dijo:

—Si he hallado ahora gracia a tus ojos, te ruego que pongas tu mano debajo de mi muslo y que me trates con misericordia y lealtad. Te ruego que no me entierres en Egipto. 30 Cuando duerma con mis padres, me llevarás de Egipto y me sepultarás en el sepulcro de ellos.

—Haré como tú dices —respondió José.

31 —Júramelo —dijo Israel.

Y José se lo juró. Entonces Israel se inclinó sobre la cabecera de la cama.

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