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Luego les dijo: «Profanen el templo con la sangre de estos hombres y llenen el patio de cadáveres. Luego salgan a la ciudad y maten a todos los que no tengan la señal». Así que cuando mataron a todos, sólo yo quedé. Rápidamente me postré rostro en tierra y dije: «Ay Señor DIOS, ¿vas a destruir lo que queda de Israel al desatar tu ira contra Jerusalén?»

Él me dijo: «La culpa de Israel y Judá es demasiado grande, la tierra está llena de sangre y la ciudad llena de injusticia. Ellos dicen: “El SEÑOR ha abandonado esta tierra y no ve el SEÑOR lo que está pasando”.

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