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Entonces les dijo: «Profanen el templo y llenen de muertos los atrios(A). ¡Salgan!». Y salieron, y fueron hiriendo por la ciudad. Mientras herían, quedé yo solo y caí sobre mi rostro(B); clamé y dije: «¡Ah, Señor Dios! ¿Destruirás a todo el remanente de Israel derramando Tu furor sobre Jerusalén(C)?».

Entonces el Señor me respondió: «La iniquidad de la casa de Israel y de Judá es grande en extremo, la tierra está llena de sangre y la ciudad está llena de perversión(D); porque dicen: “El Señor ha abandonado la tierra, el Señor nada ve(E)”.

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