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En sus ramas anidaban todas las aves del cielo,
bajo su ramaje parían todas las bestias del campo(A),
y a su sombra habitaban todas las grandes naciones.
Era, pues, hermoso en su grandeza, por la extensión de sus ramas;
porque sus raíces estaban junto a muchas aguas.
Los cedros(B) no lo igualaban en el huerto de Dios(C);
los cipreses[a] no se podían comparar con su ramaje,
y los plátanos no igualaban sus ramas.
Ningún árbol en el huerto de Dios(D) podía compararse a él en su hermosura.

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Footnotes

  1. Ezequiel 31:8 O, enebros (de Fenicia)

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