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El tercer ángel vació su copa sobre los ríos y manantiales, y se volvieron sangre. Luego oí que el ángel de las aguas decía:

«Tú eres justo por haber juzgado así,
oh Dios santo, que eres y que eras,
porque ellos derramaron la sangre
de tu pueblo santo
y de los profetas,
y ahora tú les has dado a beber sangre.
¡Se lo han merecido!»

Oí también que el del altar decía: «Sí, oh Señor, Dios todopoderoso, tú has juzgado con verdad y rectitud.»

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