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En ambos atrios del templo del Señor construyó altares en honor de los astros del cielo. Sacrificó en el fuego a su propio hijo, practicó la magia y la hechicería, y consultó a nigromantes y a espiritistas. Hizo continuamente lo que ofende al Señor, provocando así su ira.

Tomó la imagen de la diosa Aserá que él había hecho y la puso en el templo, lugar del cual el Señor había dicho a David y a su hijo Salomón: «En este templo en Jerusalén, la ciudad que he escogido de entre todas las tribus de Israel, he decidido habitar[a] para siempre.

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Footnotes

  1. 21:7 habitar. Lit. poner mi nombre.