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Una vez más Elías le dijo:

―Quédate aquí, pues el Señor me ha enviado al Jordán.

Pero Eliseo insistió:

―Tan cierto como que el Señor y tú estáis vivos, te juro que no te dejaré solo.

Así que los dos siguieron caminando y se detuvieron junto al río Jordán. Cincuenta miembros de la comunidad de profetas fueron también hasta ese lugar, pero se mantuvieron a cierta distancia, frente a ellos. Elías tomó su manto y, enrollándolo, golpeó el agua. El río se partió en dos, de modo que ambos lo cruzaron en seco.

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