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Nicanor, en su orgullo y arrogancia, pensaba levantar un monumento público con las cosas que iba a quitar a las tropas de Judas. Pero Macabeo no dejaba de confiar, lleno de esperanza, en que el Señor les ayudaría, y animaba a sus compañeros a no temer el ataque de los paganos, sino que, recordando el auxilio que ya habían recibido de Dios, esperaran que también ahora el Señor todopoderoso les daría la victoria. Les dio ánimo con las palabras de la ley y los profetas, les trajo a la memoria los combates que habían sostenido, y los dejó aún más animosos.

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