Ahora bien, cuando el ejército regresó, después de haber matado David al filisteo, de todos los pueblos de Israel salían mujeres a recibir al rey Saúl. Al son de liras y panderos, cantaban y bailaban, y exclamaban con gran regocijo:

«Saúl mató a sus miles,
    pero David, a sus diez miles».

Disgustado por lo que decían, Saúl se enfureció y protestó: «A David le dan crédito por diez miles, pero a mí por miles. ¡Lo único que falta es que le den el reino!». Y a partir de esa ocasión, Saúl empezó a mirar a David con recelo.

10 Al día siguiente, el espíritu maligno de parte de Dios se apoderó de Saúl, quien cayó en trance en su propio palacio. Andaba con una lanza en la mano y, mientras David tocaba el arpa, como era su costumbre, 11 Saúl se la arrojó, pensando: «¡A este lo clavo en la pared!». Dos veces lo intentó, pero David logró esquivar la lanza.

12 Saúl sabía que el Señor lo había abandonado y que ahora estaba con David. Por eso tuvo temor de David 13 y lo alejó de su presencia, nombrándolo comandante de mil soldados para que dirigiera al ejército en campaña. 14 David tuvo éxito en todas sus expediciones, porque el Señor estaba con él. 15 Al ver el éxito de David, Saúl se llenó de temor. 16 Pero todos en Israel y Judá sentían gran aprecio por David, porque él los dirigía en campaña.

17 Un día Saúl dijo a David:

—Aquí tienes a Merab, mi hija mayor. Te la entrego por esposa, con la condición de que me sirvas con valentía, peleando las batallas del Señor.

Saúl pensaba: «Será mejor que no muera por mi mano, sino a mano de los filisteos».

18 Pero David respondió:

—¿Quién soy yo? ¿Y quiénes son en Israel mis parientes o la familia de mi padre, para que yo me convierta en yerno del rey?

19 Sin embargo, cuando llegó la fecha en que Saúl había de casar a su hija Merab con David, Saúl se la entregó por esposa a Adriel de Mejolá.

20 Mical, la otra hija de Saúl, se enamoró de David. Cuando se lo dijeron a Saúl, le agradó la noticia 21 y pensó: «Se la entregaré a él, como una trampa para que caiga en manos de los filisteos». Así que volvió a decirle a David:

—Ahora sí vas a ser mi yerno.

22 Entonces Saúl ordenó a sus funcionarios:

—Hablen con David en privado y díganle: “Oye, el rey te aprecia, y todos sus funcionarios te quieren. Acepta ser su yerno”.

23 Esto se lo repitieron a David, pero él respondió:

—¿Creen que es cosa fácil ser yerno del rey? ¡Yo no soy más que un plebeyo insignificante!

24 Los funcionarios comunicaron a Saúl la reacción de David. 25 Pero Saúl insistió:

—Díganle a David: “Lo único que el rey quiere es vengarse de sus enemigos, y como dote por su hija pide cien prepucios de filisteos”.

En realidad, lo que Saúl quería era que David cayera en manos de los filisteos.

26 Cuando los funcionarios de Saúl dieron el mensaje a David, no le pareció mala la idea de convertirse en yerno del rey. Aún no se había cumplido el plazo 27 cuando David fue con sus soldados y mató a doscientos filisteos, cuyos prepucios entregó al rey para convertirse en su yerno. Así fue como Saúl le dio la mano de su hija Mical.

28 Saúl se dio cuenta de que, en efecto, el Señor estaba con David y de que su hija Mical lo amaba. 29 Por eso aumentó el temor que Saúl sentía por David y se convirtió en su enemigo por el resto de su vida.

30 Además, cada vez que los comandantes filisteos salían a campaña, David los enfrentaba con más éxito que los otros oficiales de Saúl. Por eso llegó a ser muy famoso.

Saúl intenta matar a David

19 Saúl ordenó a su hijo Jonatán y a todos sus funcionarios que mataran a David. Pero, como Jonatán le tenía tanto afecto a David, le advirtió: «Mi padre Saúl está buscando una oportunidad para matarte. Así que ten mucho cuidado mañana; escóndete en algún sitio seguro y quédate allí. Yo saldré con mi padre al campo donde tú estés y le hablaré de ti. Cuando averigüe lo que pasa, te lo haré saber».

Jonatán habló a su padre Saúl en favor de David:

—¡No vaya Su Majestad a pecar contra su siervo David! —rogó—. Él no le ha hecho ningún mal; al contrario, lo que ha hecho ha sido de gran beneficio para usted. Para matar al filisteo arriesgó su propia vida y el Señor dio una gran victoria a todo Israel. Usted mismo lo vio y se alegró. ¿Por qué ha de pecar contra un inocente y matar a David sin motivo?

Saúl hizo caso a Jonatán y juró:

—Tan cierto como que el Señor vive, David no morirá.

Entonces Jonatán llamó a David y, después de contarle toda la conversación, lo llevó ante Saúl para que estuviera a su servicio como antes.

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