Ezequiel 2:1-3:15
Nueva Versión Internacional
Llamamiento de Ezequiel
2 Esa voz me dijo: «Hijo de hombre,[a] ponte en pie, que voy a hablarte».
2 Mientras me hablaba, el Espíritu entró en mí, hizo que me pusiera de pie y pude oír al que me hablaba.
3 Me dijo: «Hijo de hombre, te voy a enviar a los israelitas. Es una nación rebelde que se ha rebelado contra mí. Ellos y sus antepasados se han sublevado contra mí hasta el día de hoy. 4 Te estoy enviando a un pueblo obstinado y terco, al que deberás advertirle: “Así dice el Señor y Dios”. 5 Tal vez te escuchen, tal vez no, pues son un pueblo rebelde; pero al menos sabrán que han tenido un profeta entre ellos. 6 Tú, hijo de hombre, no tengas miedo de ellos ni de sus palabras, por más que estés en medio de cardos y espinas, y vivas rodeado de escorpiones. No temas por lo que digan ni te sientas atemorizado, porque son un pueblo rebelde. 7 Tal vez te escuchen, tal vez no, pues son un pueblo rebelde; pero tú les proclamarás mis palabras. 8 Tú, hijo de hombre, atiende bien a lo que te voy a decir y no seas rebelde como ellos. Abre tu boca y come lo que te voy a dar».
9 Entonces miré y vi que una mano con un rollo escrito se extendía hacia mí. 10 La mano abrió ante mis ojos el rollo. Estaba escrito por ambos lados; contenía lamentos, quejidos y dolores.
3 Y me dijo: «Hijo de hombre, cómete este rollo escrito y luego ve a hablarle al pueblo de Israel».
2 Yo abrí la boca y él me hizo comer el rollo. 3 Luego me dijo: «Hijo de hombre, cómete el rollo que te estoy dando hasta que te sacies». Me lo comí y era tan dulce como la miel.
4 Otra vez me dijo: «Hijo de hombre, ve al pueblo de Israel y proclámale mis palabras. 5 No te envío a un pueblo de idioma confuso y difícil de entender, sino al pueblo de Israel. 6 No te mando a muchos pueblos de lenguaje complicado y difícil que no puedas comprender, aunque si te hubiera mandado a ellos seguramente te escucharían. 7 Pero el pueblo de Israel no va a escucharte porque no quiere escucharme. Todo el pueblo de Israel es terco y obstinado. 8 No obstante, yo te haré tan terco y obstinado como ellos. 9 ¡Te haré inquebrantable como el diamante, inconmovible como la roca! No les tengas miedo ni te asustes, por más que sean un pueblo rebelde».
10 Luego me dijo: «Hijo de hombre, escucha bien todo lo que voy a decirte y atesóralo en tu corazón. 11 Ahora ve adonde están exiliados tus compatriotas. Tal vez te escuchen, tal vez no; pero tú adviérteles: “Así dice el Señor y Dios”».
12 Entonces me levantó el Espíritu[b] y detrás de mí oí decir con el estruendo de un terremoto: «¡Bendita sea la gloria del Señor, donde él habita!». 13 Oí el ruido de las alas de los seres vivientes al rozarse unas con otras y el de las ruedas que estaban junto a ellas; el ruido era estruendoso. 14 El Espíritu me levantó y se apoderó de mí. Y me fui amargado y enardecido en mi espíritu, mientras la mano del Señor me sujetaba con fuerza. 15 Así llegué a Tel Aviv, a orillas del río Quebar, adonde estaban los israelitas exiliados y, totalmente abatido, me quedé con ellos durante siete días.
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