Por haberse apartado de la sabiduría, esa gente no sólo se hizo incapaz de conocer el bien, sino que dejó un recuerdo de su poco juicio, para que no se olvidaran sus errores.
Así, los necios habitantes de esas ciudades no sólo fueron incapaces de conocer el bien, sino que dejaron un recuerdo de su locura, para que nadie se olvidara de su terrible maldad.