Así también el herrero sentado junto al yunque, concentrado en trabajar el hierro. El humo y el fuego le resecan la piel mientras lucha con el calor de la fragua. El ruido del martillo resuena siempre en sus oídos; tiene los ojos fijos en el modelo que copia. Se esfuerza por terminar su trabajo, y se desvela por darle los toques finales.
El herrero no aparta la vista del hierro que está golpeando; el calor del fuego lo hace sudar y el ruido del martillo lo deja sordo; pero no deja de mirar su modelo, pues quiere terminar bien su trabajo.