El hombre se compadece sólo de su prójimo, pero el Señor se compadece de todo ser viviente; él reprende, corrige, enseña y guía como un pastor a su rebaño.
Nosotros nos compadecemos sólo de nuestros amigos, pero Dios se compadece de todos los seres humanos. Dios nos reprende, nos corrige y nos enseña; nos trata con mucho cuidado, como cuida el pastor a sus ovejas, y nos hace volver a él.