y luchando con sus manos e invocando a Dios en sus corazones, dejaron tendidos a no menos de treinta y cinco mil enemigos, y quedaron muy contentos por esta intervención de Dios.
Peleaban con las manos, pero con el corazón oraban a Dios. Y con la fuerza que les daba la presencia de Dios, mataron a unos treinta y cinco mil enemigos.