exclamó: «¡Qué desgracia! ¡Haber nacido para ver la ruina de mi pueblo y de la ciudad santa, y tener que quedarme con los brazos cruzados mientras que ella cae en manos de sus enemigos y el templo queda en poder de extranjeros!
dijo con dolor: «¡Qué tristeza siento al ver el sufrimiento de mi pueblo que vive en Jerusalén, la ciudad de Dios! Los extranjeros se apoderaron de la ciudad y del templo, y no hay nada que yo pueda hacer.