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Aflicciones de Israel

Al músico principal. Masquil de los hijos de Coré.

44 Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado,
La obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos.
Tú con tu mano echaste las naciones, y los plantaste a ellos;
Afligiste a los pueblos, y los arrojaste.
Porque no se apoderaron de la tierra por su espada,
Ni su brazo los libró;
Sino tu diestra, y tu brazo, y la luz de tu rostro,
Porque les amabas.

Eres tú, rey mío y Dios mío,
Quien decretabas las victorias de Jacob.
Contigo embestíamos a nuestros enemigos;
En tu nombre hollábamos a nuestros adversarios.
No estaba mi confianza en mi arco,
Ni mi espada me hizo vencedor;
Pues tú mismo nos salvabas de nuestros enemigos,
Y cubrías de vergüenza a los que nos aborrecían.
En Dios nos gloriábamos todo el día,
Celebrando para siempre tu nombre.
Selah
Pero nos has desechado, y nos has hecho avergonzarnos,
Y no sales con nuestros ejércitos.
10 Nos hiciste retroceder delante del enemigo,
Y nos saquean a su gusto los que nos aborrecen.
11 Nos entregas como ovejas al matadero,
Y nos has esparcido entre las naciones.
12 Has vendido a tu pueblo de balde;
No exigiste ningún precio.

13 Nos pones por afrenta de nuestros vecinos,
Por escarnio y por burla de los que nos rodean.
14 Nos pusiste por proverbio entre las naciones;
Todos al vernos menean la cabeza.
15 Cada día mi vergüenza está delante de mí,
Y la confusión cubre mi rostro,
16 Por la voz del que me vitupera y deshonra,
A la vista del enemigo y del vengativo.

17 Todo esto nos ha sobrevenido, y no nos habíamos olvidado de ti,
Ni habíamos faltado a tu pacto.
18 No se ha vuelto atrás nuestro corazón,
Ni se han apartado de tus caminos nuestros pasos,
19 Para que nos quebrantases en el lugar de chacales,
Y nos cubrieses con sombra de muerte.

20 Si nos hubiésemos olvidado del nombre de nuestro Dios,
O alzado nuestras manos hacia un dios ajeno,
21 ¿No demandaría Dios esto?
Porque él conoce los secretos del corazón.
22 Pero por tu causa nos matan cada día;
Somos contados como ovejas para el matadero.

23 Despierta; ¿por qué duermes, Señor?
Despierta, no nos deseches para siempre.
24 ¿Por qué escondes tu rostro,
Y te olvidas de nuestra aflicción, y de la opresión nuestra?
25 Porque nuestra alma está hundida hasta el polvo,
Y nuestro cuerpo está postrado hasta la tierra.
26 Levántate, ven en nuestra ayuda,
Y rescátanos por tu amor.

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