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La tristeza es mi alimento

Oración de un afligido que desfallece y busca desahogarse con el SEÑOR.

SEÑOR, escucha mi oración,
    escucha mi grito pidiéndote ayuda.
No te apartes de mí
    cuando estoy angustiado.
Escúchame,
    respóndeme pronto cuando ruego tu ayuda.

Es que mi vida ha pasado como el humo;
    no soy más que unos huesos quemándose en un horno.
Ha decaído mi ánimo como la hierba marchita;
    hasta me olvido de comer.
Tengo la piel pegada a los huesos
    de tanto llorar.
Parezco una lechuza en el desierto;
    un búho entre las ruinas.
No puedo dormir,
    soy como un ave solitaria en el tejado.
Mis enemigos me insultan todo el día;
    se burlan y usan mi nombre para maldecir.
Mi único alimento es la tristeza[a];
    mis lágrimas se mezclan con mi bebida.
10 Debido a tu ira y a tu enojo me levantaste
    y luego me derribaste.
11 Mi vida se desvanece como una sombra;
    voy marchitándome como la hierba.

12 Pero tú permanecerás para siempre, SEÑOR;
    tu nombre se recordará de generación en generación.
13 Tú te levantarás y le darás consuelo a Sion,
    ya es tiempo de que tengas compasión de ella.
14 Tus siervos les tienen cariño a sus piedras
    y sienten compasión aun del polvo de sus ruinas.

15 Las naciones respetarán el nombre del SEÑOR
    y todos los reyes de la tierra tendrán miedo cuando muestres tu gloria.
16 El SEÑOR reconstruirá la ciudad de Sion;
    la gente verá su gloria de nuevo.
17 Dios responderá las oraciones de los sobrevivientes;
    escuchará sus ruegos.
18 Escriban esto para que lo sepan las generaciones que no han nacido
    y para que en el futuro ellas alaben al SEÑOR.
19 El SEÑOR miró desde su santuario en el cielo;
    se asomó a la tierra,
20 para escuchar las oraciones del prisionero,
    para liberar a los condenados a muerte;
21 para que en Sion se proclame el nombre del SEÑOR,
    y lo alaben en Jerusalén
22 cuando las naciones y los reinos
    se reúnan para adorar al SEÑOR.

23 Él me ha dejado sin fuerzas en la mitad del camino;
    ha acortado mi vida.
24 Entonces dije: «Dios mío, no me dejes morir en la mitad de mi vida;
    tú vives de generación en generación.
25 Hace mucho tiempo, tú creaste el mundo;
    hiciste el cielo con tus propias manos.
26 La tierra y el cielo se acabarán,
    pero tú vivirás por siempre.
La tierra y el cielo se desgastarán,
    como se desgasta la ropa.
Y como se tira la ropa vieja,
    tú reemplazarás el cielo y la tierra;
    serán cambiados por completo.
27 Pero tú, Dios, nunca cambias;
    vivirás por siempre.
28 Somos tus siervos,
    nuestros hijos vivirán seguros aquí,
y los hijos de nuestros hijos
    vivirán en tu presencia».

Footnotes

  1. 102:9 tristeza Textualmente ceniza.