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Oscuridad para los malos y luz para los buenos

17 Dios nuestro,
tus pensamientos son muy profundos
y difíciles de comprender.
Los malvados no los comprenden,
y por eso se equivocan.

Cuando los malvados planearon
esclavizar a tu pueblo,
quedaron envueltos en una terrible oscuridad,
más larga que una noche en la cárcel.
Quedaron encerrados en sus casas
y lejos de tu ayuda.
Pensaban mantener sus pecados
ocultos y escondidos,
pero tuvieron que huir de aquí para allá,
asustados por terribles fantasmas.

Aunque se escondían en sus casas,
seguían muertos de miedo;
escuchaban ruidos espantosos,
y veían figuras horribles.
El fuego no tenía fuerza para darles luz,
ni el brillo de las estrellas
podía iluminar aquella horrible noche.

Sólo podían ver la luz de una hoguera
que se prendía sola, y que los asustaba.
Cuando la hoguera se apagaba,
la visión les parecía más macabra,
y el miedo se apoderaba de ellos.

Los magos egipcios
hacían trucos inútiles,
su ciencia no les servía de nada.
Los sabios y magos
que estaban seguros de ayudar
a los que estaban muertos de miedo,
se orinaban de terror.

Las pisadas de los animales
y el silbido de las serpientes,
por más suaves que eran,
los ponían a temblar de miedo.
¡Hasta el viento los asustaba!

10 Bien sabe el malvado
que la maldad provoca miedo,
y que el pecado es muy cobarde.

¡El que no tiene la conciencia tranquila
siempre se imagina lo peor!

11 El miedo no es otra cosa
que negarse a razonar.
12 Cuando menos seguros nos sentimos,
más terrible nos parece la causa del tormento.

13-14 Cuando los egipcios dormían,
soñaban que eran perseguidos
por horribles fantasmas,
o el terror los dejaba sin fuerzas
y les impedía moverse.
Esa oscuridad que los envolvía
no tenía ningún poder,
pues venía del reino impotente de la muerte.

15-16 Cuando el terror invadía a los egipcios,
todos ellos, incluyendo a los campesinos
y a los pastores de ovejas,
quedaban como encerrados
en una cárcel sin rejas,
dondequiera que estuvieran.
La oscuridad los tenía prisioneros
y no podían escapar.
17 Se llenaban de terror apenas oían un ruido;
los asustaba el soplo del viento,
el canto de los pájaros,
el rumor del agua de un río caudaloso,
18 la caída de una piedra,
la carrera de los animales,
el rugido de las fieras
o el eco de las cavernas en los cerros.

19 El resto del mundo estaba iluminado
por la brillante luz del sol,
y se dedicaba a sus trabajos.
20 En cambio, sobre los egipcios
había caído una noche muy oscura.
Y aunque eran terribles las tinieblas,
más terrible era para ellos
soportarse unos a otros.