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La levadura de los fariseos

12 En esto, juntándose por miles y miles la multitud, tanto que unos a otros se pisaban, comenzó a decir a sus discípulos: Primeramente, guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.

Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse.

Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, en la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en las habitaciones privadas, se proclamará en las azoteas.

A quién se debe temer

Y yo os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer.

Pero os mostraré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene autoridad para echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed.

¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.

Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos.

El que me confiese delante de los hombres

Os digo que todo aquel que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios;

mas el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.

10 A todo aquel que diga alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.

11 Cuando os lleven a las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder en defensa vuestra, o qué habréis de decir;

12 porque el Espíritu Santo os enseñará en esa misma hora lo que se debe decir.

El rico insensato

13 Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que reparta conmigo la herencia.

14 Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha constituido sobre vosotros como juez o repartidor?

15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de la avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia que tenga a causa de sus posesiones.

16 También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho.

17 Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde almacenar mis frutos?

18 Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y edificaré otros más grandes, y allí almacenaré todos mis frutos y mis bienes;

19 y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años; descansa, come, bebe, diviértete.

20 Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿para quién será?

21 Así es el que atesora para sí mismo, y no es rico para con Dios.

El afán y la ansiedad

22 Dijo luego a sus discípulos: Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis.

23 La vida es más que la comida; y el cuerpo, más que el vestido.

24 Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves!

25 ¿Y quién de vosotros podrá con afanarse añadir a su estatura un codo?

26 Pues si no podéis ni lo más pequeño, ¿por qué os afanáis por lo demás?

27 Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.

28 Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?

29 Vosotros, pues, no andéis buscando lo que habéis de comer, ni lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud.

30 Porque todas estas cosas las buscan con afán las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas.

31 Buscad más bien el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.

Tesoro en el cielo

32 No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.

33 Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, adonde el ladrón no se acerca, ni la polilla corroe.

34 Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

El siervo vigilante

35 Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas;

36 y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a su señor cuando regrese de las bodas, para que al llegar él y llamar, le abran en seguida.

37 Dichosos aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y, pasando cerca de cada uno, les servirá.

38 Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los halla así, dichosos son aquellos siervos.

39 Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora iba a venir el ladrón, velaría, y no permitiría que horadaran su casa.

40 Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá.

El siervo infiel

41 Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿diriges esta parábola a nosotros, o también a todos?

42 Y dijo el Señor: ¿Quién es, pues, el mayordomo fiel y prudente al cual su señor constituirá sobre su servidumbre, para que a su tiempo les dé la ración conveniente?

43 Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.

44 En verdad os digo que le pondrá como encargado de todos sus bienes.

45 Mas si aquel siervo dice en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comienza a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse,

46 vendrá el señor de aquel siervo en un día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le cortará, y le pondrá con los infieles.

47 Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes.

48 Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, recibirá pocos; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le exigirá; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.

Jesucristo profetiza divisiones por su causa

49 Fuego vine a echar en la tierra; y ¡cómo deseo que se haya encendido ya!

50 De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!

51 ¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? No, os digo, sino más bien división.

52 Porque de aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres.

53 Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.

¿Cómo no reconocéis este tiempo?

54 Decía también a la multitud: Cuando veis la nube que sale del poniente, al instante decís: Viene lluvia; y así sucede.

55 Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace.

56 ¡Hipócritas! Sabéis averiguar el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no averiguáis este tiempo?

Arréglate con tu adversario

57 ¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?

58 Pues cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.

59 Te digo que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado hasta el último céntimo.

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