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12 El Señor dice:
«Tu herida es incurable,
tu mal no tiene remedio.
13 No hay quien se ocupe de ti;
no hay quien te cure las heridas,
y no tienes curación.
14 Todos tus amantes te olvidaron;
ya no se preocupan por ti.
Y es que yo te herí, como si fuera tu enemigo,
te castigué duramente
por tus muchas maldades,
por tus innumerables pecados.
15 ¿Por qué te quejas de tus heridas?
Tu dolor es incurable.
Por tus muchas maldades
y tus innumerables pecados,
te he tratado así.
16 Pero todo el que te devore será devorado,
y todos tus enemigos irán al destierro;
haré que sean saqueados los que te saqueen,
y que les roben a los que te roben a ti.
17 Te devolveré la salud,
curaré tus heridas,
por más que digan tus enemigos:
“Sión está abandonada,
nadie se preocupa por ella.”
Yo, el Señor, lo afirmo.»

18 El Señor dice:
«Cambiaré la suerte de la nación de Jacob,
tendré compasión de su país;
las ciudades se reconstruirán sobre sus ruinas
y los palacios en su debido lugar.
19 De ellos saldrán cantos de gratitud
y risas de alegría.
No disminuirán, pues yo haré que aumenten.
No los despreciarán, porque yo los honraré.
20 Los israelitas serán como antes;
su pueblo estará firme en mi presencia,
y yo castigaré a sus opresores.
21-22 De entre ellos saldrá su jefe:
un gobernante saldrá de entre ellos mismos.
Haré que se acerque a mí,
pues, ¿quién se atrevería a acercárseme?
Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
Yo, el Señor, lo afirmo.»

23 La ira del Señor es como una tormenta,
como un viento huracanado
que se agita sobre los malvados.
24 La ira del Señor no cesará
hasta que él haya realizado sus propósitos.
Vendrá el tiempo en que ustedes
entenderán estas cosas.

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