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Tristeza de los judíos a causa del edicto

[1] Cuando Mardoqueo supo lo que había pasado, se rasgó la ropa en señal de dolor, se vistió con ropas ásperas, se echó ceniza sobre la cabeza, y empezó a recorrer las calles de la ciudad gritando: «¡Una nación inocente va a ser exterminada!» Así llegó hasta la entrada del palacio real, y allí se detuvo, pues no se permitía que nadie entrara vestido de tal manera y cubierto de ceniza. También en cada provincia adonde llegaba el edicto, los judíos manifestaban con gritos su tristeza y aflicción, y se acostaban sobre la ceniza y se vestían con ropas ásperas.

La intervención de Ester

Las criadas que estaban al servicio de Ester y los hombres que formaban su guardia personal, le comunicaron lo que estaba sucediendo. La reina, al oírlo, se llenó de angustia y envió ropa a Mardoqueo para que se cambiara las ropas ásperas que llevaba puestas, pero él no quiso aceptarla. Ester llamó entonces a Acrateo, que era de su guardia personal, y le ordenó que fuera de parte de ella a ver a Mardoqueo y averiguara exactamente lo que estaba sucediendo. Mardoqueo lo puso al corriente de lo que pasaba, y le habló de los trescientos treinta mil kilos de plata que Amam había prometido entregar al tesoro real a cambio de que los judíos fueran exterminados. También le entregó una copia del decreto de exterminación publicado en Susa, para que se la diera a Ester. Además, le recomendaba a Ester que hablara personalmente con el rey y le suplicara que interviniera en favor de su pueblo;] 8a que se acordara de cuando vivía humildemente bajo el cuidado de Mardoqueo, y que supiera que Amam, quien ocupaba el segundo lugar después del rey, había hablado a éste contra los judíos y quería matarlos. Igualmente le encargó que invocara al Señor y que hablara al rey en favor de los judíos y los salvara de la muerte.

[Acrateo volvió y le contó esto mismo a Ester. 10 Ella le contestó: «Pues ve a ver a Mardoqueo y dile: 11 “Todas las naciones del reino saben que todo hombre o mujer que entre en el patio interior del palacio sin que el rey lo haya llamado, no tiene salvación, a no ser que el rey tienda su cetro de oro hacia esa persona en señal de clemencia, y le salve así la vida. Por lo que a mí toca, hace ya treinta días que no he sido llamada por el rey.”»

12 Cuando Acrateo le comunicó a Mardoqueo la respuesta de Ester, 13 Mardoqueo le dijo: «Ve y dile: “No creas, Ester, que por estar tú en el palacio real, vas a ser la única judía que se salve. 14 Si ahora callas y no dices nada, la liberación y la ayuda a los judíos vendrán de otra parte, pero tú y la familia de tu padre morirán. ¡A lo mejor tú has llegado a ser reina precisamente para ayudarnos en esta situación!”»

15 Ester encargó entonces al mensajero que llevara a Mardoqueo esta respuesta: 16 «Ve y reúne a todos los judíos de Susa, y ayunen por mí; no coman ni beban nada durante tres días y tres noches. Mis criadas y yo haremos también lo mismo, y después iré a ver al rey, aunque eso vaya contra la ley. Y si me matan, que me maten.»

Oración de Mardoqueo

17 Mardoqueo fue y cumplió todas las indicaciones de Ester,] 18 [17a] y recordando todas las obras del Señor, oró de esta manera:

19 [17b] «Señor, Señor, Rey que tienes poder sobre todas las cosas, porque todo está bajo tu dominio: no hay nadie que pueda oponerse a ti, si es tu voluntad salvar a Israel. 20-21 [17c] Tú hiciste el cielo y la tierra y todas las maravillas que existen bajo el cielo; tú, Señor, eres Señor de todos, y no hay nadie que pueda oponerse a ti. 22-23 [17d] Tú lo sabes todo, y sabes que si no me arrodillé delante del orgulloso Amam, no fue por soberbia, orgullo o ambición; tú sabes que, por la salvación de Israel, estaría dispuesto hasta a besarle las plantas de los pies. 24 [17e] Si no lo hice, fue para no poner el honor de un hombre por encima del honor de Dios. Yo no me arrodillaré delante de ningún otro fuera de ti, Señor; y si actúo así, no es por orgullo. 25 [17f] ¡Ahora pues, Señor, Dios y Rey, Dios de Abraham, no castigues a tu pueblo! Nuestros enemigos quieren destruirnos, quieren exterminar al pueblo que desde el principio ha sido tuyo. 26 [17g] ¡No te desentiendas de tu propiedad, a la que libraste del país de Egipto para que fuera tuya! 27 [17h] Escucha mi súplica, Señor; mira con bondad a Israel, que es tu propiedad, y convierte nuestro luto en alegría, para que viviendo podamos cantar a tu nombre. ¡No hagas callar los labios que te alaban!»

28 [17i] De igual manera, todos los israelitas clamaron a Dios con todas sus fuerzas, porque veían cercana su muerte.

Oración de Ester

29-31 [17j] También la reina Ester, dominada por una angustia mortal, recurrió al Señor. Se quitó sus vestidos lujosos, y se puso ropa de luto y tristeza; en lugar de finos perfumes, se cubrió la cabeza de ceniza y basura; maltrató mucho su cuerpo y, en vez de llevar sus alegres adornos, se dejó los cabellos sueltos y despeinados. Luego oró al Señor, el Dios de Israel, diciendo:

32 [17k] «¡Señor mío, Rey de todos nosotros, tú eres único! Ayúdame, pues estoy sola; fuera de ti, no tengo a nadie que me ayude; estoy en gran peligro. 33 [17l] En mi niñez, estando con la gente de la tribu de mi padre, oía decir que tú, Señor, escogiste a Israel entre todas las naciones y a nuestros patriarcas entre todos los antepasados, para que fueran tu propiedad eterna, y que les cumpliste todo lo que les habías prometido. 34-35 [17m] Pero nosotros pecamos contra ti, y tú nos entregaste en poder de nuestros enemigos, porque dimos culto a sus dioses. Tú eres justo, Señor. 36-37 [17n] Pero nuestros enemigos no se contentaron con someternos a amarga esclavitud, sino que delante de sus dioses han jurado impedir que se cumplan tus promesas, y exterminar a tu propiedad haciendo callar los labios que te alaban, y acabar con el esplendor de tu templo y de tu altar. 38 [17ñ] Así podrían los paganos celebrar el poder de ídolos que no tienen ningún valor, y honrar eternamente a un rey de carne y hueso. 39 [17o] ¡No renuncies, Señor, a tu poder soberano en favor de dioses que no son nada! No dejes que los demás se rían al ver nuestra ruina. Haz que sus planes se vuelvan contra ellos mismos, y da un castigo ejemplar al hombre que inició este plan contra nosotros. 40 [17p] ¡Acuérdate, Señor! ¡Date a conocer en este momento de aflicción para nosotros, y dame valor, Rey de los dioses, Señor todopoderoso!

41 [17q] »Ayúdame a encontrar las palabras apropiadas cuando me enfrente al león. Haz que su odio hacia nosotros se convierta en odio hacia nuestro enemigo, y sean así exterminados él y todos los que piensan como él. 42 [17r] A nosotros, en cambio, sálvanos con tu poder; y a mí, que estoy sola, ayúdame, pues no tengo a nadie más fuera de ti, Señor.

43 [17s] »Tú lo sabes todo; tú sabes que aborrezco los honores de parte de los malvados, y que detesto ser esposa de un pagano y extranjero. 44 [17t] Tú conoces la difícil situación en que me encuentro. Tú sabes que detesto la insignia de reina que llevo en la cabeza cuando me presento en público; la detesto como un paño manchado de sangre impura, y cuando estoy sola nunca me la pongo. 45 [17u] Yo, tu sierva, nunca he comido en la mesa de Amam, ni he apreciado los banquetes del rey, ni he tomado del vino que ofrece a sus dioses. 46 [17v] Desde que me trajeron aquí hasta ahora, nunca he sentido alegría en otro fuera de ti, Señor, Dios de Abraham. 47 [17w] Tú, oh Dios, que tienes poder sobre todos, escucha las súplicas de los que están sin esperanza, y líbranos del poder de los malvados; y a mí, líbrame del peligro que temo.»