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Josué y Caleb

46 Josué, hijo de Nun, fue un valiente guerrero
que ayudó a Moisés en su oficio de profeta.
Estaba puesto para ser en su tiempo, como su nombre lo dice,
una gran salvación para los elegidos de Dios,
para castigar a los enemigos
y dar a Israel la tierra que era su herencia.
¡Qué majestad la suya al levantar el brazo
y agitar su lanza contra una ciudad!
Nadie podía resistirle
cuando peleaba las batallas del Señor.
Por medio de él se detuvo el sol,
y un solo día se convirtió en dos.
Invocó al Dios altísimo
cuando los enemigos lo atacaban por todas partes,
y Dios le respondió enviando
una enorme cantidad de granizos como piedras,
que hizo caer sobre las tropas enemigas,
con lo que destruyó a los adversarios en la cuesta de Bet-horón.
Así supieron esas naciones, condenadas a la destrucción,
que el Señor protegía a su pueblo en las batallas.
Josué siguió fielmente a Dios,
y en tiempo de Moisés se mantuvo leal.
Él y Caleb, hijo de Jefuné,
resistieron a la rebelión del pueblo,
apartaron de la comunidad la ira de Dios
e hicieron callar a los que murmuraban.
Por eso, entre los seiscientos mil israelitas,
sólo ellos dos se libraron,
para entrar a tomar posesión del país
donde la leche y la miel corren como el agua.
El Señor dio a Caleb fuerzas
que le duraron hasta la vejez,
para poder dominar las alturas del país.
Y también sus descendientes recibieron su herencia,
10 para que todos los israelitas supieran
lo bueno que es seguir fielmente al Señor.

Los jueces; Samuel

11 También podría nombrar a los jueces, uno por uno,
que no se dejaron engañar
ni se alejaron de Dios.
¡Bendito sea su recuerdo!
12 ¡Que sus huesos reflorezcan en la tumba
y sus nombres se renueven en sus descendientes!
13 Samuel, juez y sacerdote,
amado del pueblo y estimado por su Creador,
escogido por Dios desde antes de nacer,
consagrado al Señor en su oficio de profeta,
por encargo de Dios instituyó la monarquía
y consagró a los que debían gobernar a la nación.
14 Por orden del Señor gobernó al pueblo
y visitó los campamentos de Jacob.
15 Como era un profeta que decía la verdad, lo consultaban,
y sus palabras demostraron que se podía confiar en él.
16 Él también invocó a Dios
cuando sus enemigos lo atacaban por todas partes,
y le ofreció en holocausto un corderito.
17 Y el Señor, desde el cielo, hizo oír un trueno;
su voz se oyó con gran estruendo;
18 sometió a los jefes enemigos
y destruyó a los gobernantes filisteos.
19 Estando ya en su cama, a punto de morir,
declaró ante Dios y ante el rey escogido por Dios:
«Nunca he aceptado soborno de nadie,
ni siquiera un par de sandalias.»
Y ninguno pudo desmentirlo.
Hasta el fin de su vida fue prudente
a los ojos del Señor y de todos los hombres.
20 Aun después de su muerte fue consultado,
y anunció al rey lo que iba a sucederle;
desde la tumba alzó su voz de profeta.