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La ayuda a los pobres

35 Quien cumple y obedece
los mandamientos de Dios
ya le ha dado la mejor ofrenda.
Quien ayuda a otros
y da limosna a los pobres
ya ha dado gracias a Dios
con la mejor de las ofrendas.
Quien se aparta de la maldad
y no comete injusticias
ya ha pedido perdón a Dios,
y eso a Dios le agrada.
El que ayuda a los pobres
está presentando una ofrenda
agradable a Dios.
Cuando un hombre bueno
presenta a Dios una ofrenda,
su ofrenda es como un perfume,
y su aroma sube hasta el cielo.
Dios acepta su ofrenda,
y su nombre será recordado.

7-8 Tú debes obedecer a Dios,
y no ser tacaño al ofrendar;
al contrario, hazlo con alegría.
Dios ya te ha dado a ti;
ahora te toca darle a él,
pero debes hacerlo con generosidad,
en la medida de tus posibilidades;
10 porque Dios sabe recompensar,
y te devolverá lo que le des
multiplicado por siete.

11-12 No trates de ganarte el favor de Dios
con ofrendas de ganado robado,
porque no las aceptará.
Dios es un juez justo,
y no se fija en las apariencias.
13 Dios escucha la oración del pobre,
y no favorece a nadie
que quiera perjudicar al débil.
14-15 Dios atiende a los huérfanos
cuando gritan pidiéndole ayuda,
y llora de dolor con las viudas
cuando ellas se quejan ante él
de aquellos que las hacen llorar.

16-18 Los pobres oran a Dios,
y su oración sube hasta el cielo.
Los pobres no dejan de orar
hasta que Dios les haga justicia.
Dios acepta su oración
y les muestra su favor
porque le sirven con alegría.

19-20 Dios actúa con rapidez.
No descansa hasta que destruye
a los malvados y a los orgullosos.
21-22 Dios destruye a los malos reyes.

A los que hacen planes malvados
y los llevan a cabo,
Dios les da su merecido.
23-24 Dios defiende a su pueblo
y lo llena de felicidad.
Sentir el amor de Dios
es como sentir la lluvia
que cae en el verano.