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Absalón conspira contra David

15 Algún tiempo después, Absalón compró un magnífico carro de guerra y caballos; además, contrató a cincuenta hombres para que fueran su escolta personal. Se levantaba temprano cada mañana y se paraba en la puerta de la ciudad. Cuando alguien traía un caso para que el rey lo juzgara, Absalón lo llamaba y se mostraba interesado en su problema.

Entonces decía:

―Veo que tienes razón en este asunto. Es desafortunado que el rey no tenga a alguien que le ayude para atender estos casos. Ciertamente me gustaría ser el juez; así cualquiera que tuviera un caso vendría a mí, y yo le haría justicia.

Y cuando alguien iba a saludarlo y se inclinaba delante de él, Absalón le tendía la mano, lo abrazaba y lo besaba. De esta manera Absalón iba conquistando el corazón de todo el pueblo de Israel.

7-8 Después de cuatro años, Absalón le dijo al rey:

―Déjame ir a Hebrón a ofrecer sacrificios al Señor. De esta manera podré cumplir el voto que le hice mientras estaba en Guesur de Aram, de que si me permitía volver a Jerusalén, yo le ofrecería un sacrificio.

―Muy bien —le dijo el rey—, anda y cumple tu voto.

Absalón se fue a Hebrón. 10 Pero mientras estaba allí envió mensajeros a todas las tribus de Israel con el siguiente mensaje: «En cuanto oigan el toque de las trompetas, digan que Absalón ha sido coronado como rey en Hebrón».

11 Con Absalón habían ido doscientos hombres de Jerusalén como invitados, pero ellos no conocían sus intenciones. 12 Mientras estaba ofreciendo los sacrificios, envió por Ajitofel, uno de los consejeros de David que vivía en Guiló. De esta manera la conspiración adquirió mucha fuerza, y cada vez eran más los que estaban a favor de Absalón.

13 Pronto llegó un mensajero a Jerusalén y le dijo al rey David:

―Todo Israel se ha unido a Absalón en contra suya.

14 Al oír esto, David les dijo a todos sus oficiales que estaban con él en Jerusalén:

―¡Debemos huir de inmediato, o será demasiado tarde! Si salimos de la ciudad antes de que Absalón llegue, nos salvaremos nosotros y se salvará la ciudad de Jerusalén.

15 ―Estamos con usted, mi rey —le respondieron los oficiales—. Haremos lo que nos ordene.

16 El rey y los de su casa se pusieron en marcha inmediatamente. David sólo dejó a diez de sus concubinas para que se ocuparan del cuidado del palacio. 17-18 Al llegar a la última casa de la ciudad, David se detuvo, y todos sus oficiales se colocaron junto a él, mientras que el resto de la gente seguía adelante. Así que delante del rey pasaron los quereteos, los peleteos, y los seiscientos guititas que habían acompañado a David desde Gat.

19-20 El rey se dirigió a Itay, el jefe de los seiscientos guititas, y le dijo:

―¿Qué estás haciendo aquí? Vuelve y quédate con el nuevo rey, porque tú eres extranjero en Israel, y estás desterrado de tu patria. Casi acabas de llegar y no encuentro justo que te obligue a ir con nosotros quién sabe por qué lugares. Vuelve y lleva tus tropas contigo, y que el Señor sea misericordioso contigo.

21 Pero Itay le respondió:

―Juro delante de Dios, y por la vida suya, rey mío, que donde usted vaya yo iré, sea que esto signifique la vida o la muerte.

22 ―Bien, ven con nosotros —le dijo David.

Así que Itay y sus seiscientos hombres, junto con sus familias, fueron con él.

23 Hubo profunda tristeza en la ciudad cuando el rey y los que lo acompañaban salieron, cruzaron el arroyo de Cedrón, y se dirigieron hacia el campo. 24 Abiatar, Sadoc y los levitas llevaron el cofre del pacto de Dios y la pusieron junto al camino hasta que todos pasaron. 25-26 Entonces, siguiendo las instrucciones de David, Sadoc llevó el cofre de regreso a la ciudad.

―Si es la voluntad del Señor —dijo David—, él me permitirá regresar para ver el cofre y el santuario nuevamente. Pero si no, que haga conmigo lo que mejor le parezca.

27 Y dijo a Sadoc:

―Este es mi plan: Vuelve en paz a la ciudad con tu hijo Ajimaz y con Abiatar y su hijo Jonatán. 28 Yo me detendré en los llanos del desierto hasta que ustedes me manden a decir cómo está la situación en la ciudad.

29 Sadoc y Abiatar, pues, regresaron con el cofre de Dios a Jerusalén, y se quedaron allí. 30 David subió llorando por el camino que lleva al monte de los Olivos. Llevaba la cabeza cubierta e iba descalzo, en señal de duelo. Y la gente que lo acompañaba también llevaba la cabeza cubierta, y lloraban mientras subían por el monte. 31 Cuando alguien le dijo a David que Ajitofel, su consejero, estaba de parte de Absalón, David oró: «Señor, haz que fracasen los planes de Ajitofel».

32 Cuando llegaron a la cumbre del monte de los Olivos, donde el pueblo adoraba a Dios, David encontró a Husay, el arquita, con la ropa rasgada y con la cabeza cubierta de ceniza, en señal de duelo. 33-34 Pero David le dijo:

―Si vas conmigo serás una carga. Vuelve a Jerusalén y dile a Absalón: “Rey, yo le serviré de consejero como lo hice con su padre”. Entonces podrás arruinar los planes de Ajitofel. 35-36 Los sacerdotes Sadoc y Abiatar están allí. Cuéntales todo cuanto sepas sobre esta situación. Por medio de Ajimaz hijo de Sadoc y de Jonatán hijo de Abiatar me podrán mandar cualquier noticia.

37 Entonces Husay, el amigo de David, regresó a la ciudad. Llegó precisamente en el momento en que Absalón entraba a Jerusalén.