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Consulta al profeta Isaías (Is 37,1-9a)

19 Cuando el rey Ezequías lo oyó, rasgó sus ropas, se vistió de sayal y fue al Templo del Señor. Al mismo tiempo envió al mayordomo de palacio Jelcías, al secretario Sobná y a los sacerdotes más ancianos, vestidos de sayal, a ver al profeta Isaías, hijo de Amós, y a comunicarle lo siguiente:

— Esto dice Ezequías: “Vivimos hoy momentos de angustia, de castigo y de ignominia, como si el hijo fuera a nacer y la madre no tuviera fuerzas para alumbrarlo. Ojalá el Señor, tu Dios, haya escuchado las palabras del copero mayor enviado por su amo, el rey de Asiria, para insultar al Dios vivo, y lo castigue por esas palabras que el Señor, tu Dios, ha oído. Por tu parte, intercede por el resto que aún subsiste”.

Los servidores del rey Ezequías fueron a ver al profeta Isaías que les dijo:

— Esto responderán a su señor: “Así dice el Señor: Que no te asusten las palabras insultantes que has oído proferir a los oficiales del rey de Asiria contra mí. Yo mismo le voy a infundir un espíritu tal que, al oír cierta noticia, tendrá que regresar a su país donde lo haré morir a espada”.

Regresó el copero mayor y, al enterarse de que el rey de Asiria se había retirado de Laquis para atacar Libná, fue allí a su encuentro. Y es que el rey de Asiria había oído que Tirhacá, el rey de Etiopía, se había puesto en camino para plantarle batalla.

Nuevas amenazas de Senaquerib (2 Cr 37,9b-20)

Entonces, el rey de Asiria envió nuevos emisarios a Ezequías con el siguiente mensaje:

10 — Digan a Ezequías, el rey de Judá: “Que no te engañe tu Dios, en quien confías, asegurándote que Jerusalén no caerá en poder del rey de Asiria. 11 Seguro que has oído cómo han tratado los reyes de Asiria a todos los países que han consagrado al exterminio. ¿Y piensas que tú vas a librarte? 12 ¿Salvaron sus dioses a las naciones que mis antepasados destruyeron, a saber: Gozán, Jarán, Résef y los habitantes de Edén, en Telasar? 13 ¿Dónde están los reyes de Jamat, de Arpad, de Laír, de Sefarváin, de Ená y de Evá?”.

14 Ezequías tomó la carta traída por los mensajeros y la leyó. Luego subió al Templo, la abrió en presencia del Señor 15 y oró así:

— Señor, Dios de Israel, entronizado sobre querubines; únicamente tú eres el Dios de todos los reinos del mundo. Tú has creado el cielo y la tierra. 16 Presta oído, Señor, y escucha; abre los ojos, Señor, y mira. Escucha las palabras que ha transmitido Senaquerib insultando con ellas al Dios vivo. 17 Es cierto, Señor, que los reyes asirios han asolado a las naciones y sus territorios, 18 arrojando sus dioses a las llamas y destruyéndolos; claro que no eran dioses, sino obra de manos humanas fabricados con madera y piedra. 19 Pero ahora, Señor, Dios nuestro, sálvanos de su poder, para que todos los reinos del mundo reconozcan que únicamente tú eres, Dios, el Señor.

Intervención de Isaías (Is 37,21-38)

20 Isaías, hijo de Amós, envió este mensaje a Ezequías:

— Así dice el Señor, Dios de Israel: He escuchado la súplica que me has dirigido a propósito de Senaquerib, el rey de Asiria. 21 Y esta es la palabra que el Señor pronuncia contra él:

Te desprecia y se burla de ti
una simple muchacha,
la ciudad de Sión;
te hace mofa a tus espaldas
la ciudad de Jerusalén.
22 ¿A quién insultas e injurias?
¿Contra quién levantas tu voz,
alzando altanera la mirada?
¡Contra el Santo de Israel!
23 Por medio de tus mensajeros
has insultado al Señor, diciendo:
“Gracias a mis carros numerosos
he subido a las cumbres más altas,
al corazón del Líbano;
he talado sus cedros más esbeltos,
sus más escogidos cipreses;
me adentré en su lugar más oculto,
en sus bosques más espesos.
24 Alumbré y bebí aguas extranjeras;
sequé bajo la planta de mis pies
todos los ríos de Egipto”.
25 ¿Acaso no te has enterado
de que hace tiempo lo tengo decidido.
Lo he planeado desde antaño
y ahora lo llevo a término?
Voy a reducir a escombros
todas las ciudades fortificadas.
26 Sus habitantes, impotentes,
espantados y humillados,
son como hierba del campo,
como césped de pastizal,
como verdín de los tejados,
como mies agostada antes de sazón.
27 Sé bien cuándo te sientas,
conozco tus idas y venidas,
y cuándo te enfureces contra mí.
28 Puesto que ha llegado a mis oídos
tu furia y tu arrogancia contra mí,
pondré mi garfio en tu nariz
y mi argolla en tu hocico,
y te haré volver por el camino
por donde habías venido.

29 Y esto, Ezequías, te servirá de señal: este año comerán lo que retoñe, y el siguiente, lo que nazca sin sembrar, pero el tercer año sembrarán y cosecharán; plantarán viñas y comerán sus frutos. 30 El resto superviviente de Judá volverá a echar raíces por abajo y a producir fruto por arriba, 31 pues de Jerusalén saldrá un resto, y habrá supervivientes en el monte Sión. El amor apasionado del Señor del universo lo cumplirá.

32 Por eso, así dice el Señor a propósito del rey de Asiria:

No entrará en esta ciudad,
no disparará flechas contra ella,
no la cercará con escudos,
ni la asaltará con rampas.
33 Se volverá por donde vino
y no entrará en esta ciudad
—oráculo del Señor—.
34 Protegeré esta ciudad para salvarla,
por mi honor y el de David, mi servidor.

35 Aquella misma noche salió el enviado del Señor, hirió a ciento ochenta mil hombres en el campamento asirio; al levantarse los asirios por la mañana no había más que cadáveres. 36 Senaquerib, el rey de Asiria, levantó el campamento, regresó a Nínive y se quedó allí. 37 Y un día, mientras estaba orando en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Saréser lo asesinaron y huyeron al país de Ararat. Su hijo Asaradón le sucedió como rey.